Cuarto, merecemos un castigo. La justicia de Dios exige que quien peca, sea castigado. Y el castigo se mide por la culpa. Ahora bien, siendo infinita la culpa del pecado mortal, puesto que va contra el bien infinito, es decir, contra Dios, cuyos mandamientos desprecia el pecador, el castigo merecido por el pecado mortal es infinito. Pero Cristo con su pasión nos libró de tal castigo, y lo sufrió El mismo. «El mismo llevó nuestros pecados (esto es, el castigo del pecado) en su cuerpo» (1 Pet 2,24). La Pasión de Cristo fue tan eficaz que basta para expiar todos los pecados de todo el mundo, aunque fuesen cien mil. Por ello, los bautizados quedan libres de todos los pecados. Por ello, perdona los pecados el sacerdote. Por ello, quien más se identifica con la Pasión de Cristo, mayor perdón alcanza, y más gracia.
Sobre los cinco males que acarreó el pecado y que fueron remediados por la Pasión de Cristo. Exposición del símbolo de los apóstoles. Capítulo 4