Consciencia de nuestra fragilidad

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Cuando te sintieres herida, esto es, cuando conocieres que has cometido alguna falta, o por pura fragilidad o con reflexión y malicia, no por esto te desanimes o te inquietes; mas volviéndote luego a Dios, le dirás con humilde confianza: Ahora, Dios mío, acabo de mostrar lo que soy; porque ¿qué podía esperarse de una criatura flaca y ciega como yo, sino caídas y pecados? Gasta, después un breve rato en la consideración de tu propia vileza, y, sin confundirte, enójate contra tus pasiones viciosas, y principalmente contra aquella que fue causa de tu caída, y proseguirás diciendo: No hubiera yo parado aquí, Dios mío, si por vuestra bondad infinita Vos no me hubierais socorrido. Aquí le darás muchas gracias, y amándole más fervorosamente admirarás su infinita clemencia; pues siendo ofendido de ti, te da su poderosa mano para que no caigas de nuevo. En fin, llena de confianza en su misericordia, le dirás: Obrad Vos, Señor, como quien sois; perdonadme las ofensas que os he hecho, no permitáis que yo viva un solo instante apartada de Vos, y fortificadme de tal suerte con vuestra gracia que yo no os ofenda jamás.(El Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli)