La palabra de Cristo está contenida en los Evangelios, los cuales encierran, juntamente con las Epístolas de San Pablo y de San Juan, la exposición más sobrenatural, por ser inspirada, de los misterios de Cristo. Allí encuentra el hijo de Dios los mejores títulos de su adopción divina y el ejemplar mas directo de su conducta. A través de ellos, Jesucristo se nos manifiesta en su existencia terrena, en su doctrina en su amor. Allí encontramos la mejor fuente de conocimiento de Dios, de su naturaleza, sus perfecciones, sus obras: «Dios ha hecho brillar en nuestros corazones su claridad, que resplandece en el rostro de Jesucristo» (2Cor 4,6). Jesucristo es la gran revelación de Dios al mundo. Dios nos dice: «Este es mi Hijo muy amado, escuchadle». Como si nos dijese: «si queréis darme gusto, mirad a mi Hijo, imitadle; no os pido otra cosa, porque en eso consiste vuestra predestinación, en que seáis como mi Hijo».(La oración por Columba Marmión)