Comenzad primero en decir mal de vos, y rezad la confesión general, y acordándoos particularmente, y pidiendo perdón de lo que en aquel día hobierdes pecado.
Después rezad algunas devociones que debéis tener por costumbre; no tantas que demasiadamente os fatiguen la cabeza y os sequen la devoción; ni tampoco las dejéis del todo, porque sirven para despertar la devoción del ánima, y para ofrecer a Dios servicio con nuestra lengua, en señal que él nos la dio. Y por eso nos enseña San Pablo que hemos de orar y cantar con el espíritu de la voz, y con el ánima. Y estas oraciones no sólo sean para pedir mercedes a nuestro Señor para vos, mas por aquellos por quien tenéis especial obligación. Y otras, por toda la Iglesia cristiana, el cuidado de la cual habéis de tener muy fijado vuestro corazón, porque, si a Cristo amáis, razón es que os toque aquello por cuyo nombre derramó su sangre. Y rezados así por los vivos como por los que en purgatorio están, y otras por toda la infidelidad, que está privada del conocimiento de Dios, suplicándole traya a su santa fe a todos, pues todos desea que sean salvos. Y estas oraciones han de ser las más de ellas enderezadas a dos partes: una a nuestra Señora, a la cual habéis de tener muy cordial obediencia y amor, y entera confianza que os será muy verdadera madre en todas vuestras necesidades; y la otra a la pasión de Jesucristo nuestro Señor, la cual también ha de ser muy familiar refugio de vuestros trabajos, y esperanza única de vuestra salud. Y luego, dejad de rezar con la boca y meteos en lo más dentro de vuestro corazón, y haced cuenta que estáis delante la presencia de Dios, y que no hay más de él y vos.
Audi filia