Como el polluelo de la golondrina, así clamaré, decía el devoto rey Ezequías. Los polluelos de las golondrinas no hacen más que piar continuamente. Piden a sus madres el alimento que necesitan para vivir. Lo mismo debemos hacer nosotros, si queremos conservar la vida de la gracia: claramente siempre, pidamos al Señor que nos socorra para evitar la muerte del pecado y seguir adelante en la senda de su divino amor.(El gran medio de la oración – San Alfonso Maria de Ligorio)