Arranquemos todos los afectos de nuestro corazón

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Para atender al Huésped divino hay que arrojar con el látigo del amor indignado todos los demás huéspedes del alma. Es tan grande el Espíritu Santo que solamente cabe en un corazón vacío; es tan exigente el amor que necesita ser único en el alma. No busquemos en otra parte la fuente de nuestras distracciones en la oración, de las escapadas de nuestro espíritu fuera del pensamiento del Amado; busquémosla en el corazón, son los afectos que no han sido arrancados aún; pues el amor solamente encuentra obstáculos en otro amor. Arranquemos sin piedad todos los afectos de nuestro corazón, aunque sea preciso que el corazón sangre; dejemos que el amor destruya y dé la muerte para que pueda enseñorearse de nuestro corazón la plenitud de la vida. (El Espíritu Santo)