Un amor tranquilo y profundo

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Si la sensibilidad me ofrece su concurso, lo acepto. Puede reportarme alguna utilidad, aunque no me es necesario. Un amor tranquilo y profundo es más seguro y de mayor fecundidad que las emociones superficiales, las cuales ni dependen de mí ni son el termómetro de la oración fructuosa y verdadera. Lo que siempre depende de mí y me importa sobre todo, es el esfuerzo para sacudir el embotamiento del corazón y obligarle a decir: Dios mío, quiero unirme a Vos. Quiero anonadarme en vuestra presencia. Quiero expresaros mi gratitud y la alegría que siento en cumplir vuestra voluntad. No quiero mentir más, al deciros que os amo y que detesto lo que Os hiere, etc. Dentro de la lealtad de mis esfuerzos, mi corazón puede quedar frío y no expresar, sino tibiamente, sus afecciones. Entonces, Jesús mío, te expresaré con toda ingenuidad mi humillación y mis deseos… Y prolongaré reflexivamente mis quejas, persuadido de que con estos gemidos que exhalo en tu presencia por mi esterilidad, adquiero un derecho especial a unirme de manera eficacísima, aunque seca, ciega y fría, a las afecciones de tu divino Corazón. (Dom. J.B. Chautard, El alma de todo apostolado)