Amor de Dios en la cruz

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Dios rechazó los antiguos sacrificios y realizó un prodigio estupendo de justicia y de misericordia, de sabiduría y de amor en el sacrificio sublime del Calvario, en el que Jesús,—víctima purísima, capaz de ofrecer una satisfacción de valor infinito—, ofreció a Dios una expiación plenísima y sobreabundante por el pecado y al mismo tiempo le ofreció una glorificación perfectísima, puesto que el conocimiento de la majestad de Dios se hizo divino en Jesús y el anonadamiento del Dios-hombre llegó hasta las profundidades del dolor y de la muerte. ¡Un Dios que muere para glorificar a Dios! ¡Jesús que, conociendo como nadie la infinita excelencia, se inmola en la Cruz con amor inmenso! ¿Quién sino Dios podrá conocer la sublime plenitud, la inefable perfección de esta glorificación suprema? (El Espíritu Santo)