Si quieres, hija mía, que el sacramento de la Eucaristía produzca en ti sentimientos y afectos de amor de Dios, acuérdate del íntimo amor que Él te ha tenido; y desde la tarde que precederá a tu comunión, considera atentamente que este Señor, cuya majestad y poder no tienen límites ni medida, no contentándose con haberte creado a su imagen y semejanza, y haber enviado al mundo a su unigénito Hijo para que expiase tus culpas con los trabajos continuos de treinta y tres años, y con una muerte no menos acerba que ignominiosa en una cruz, te lo ha dejado en este divino Sacramento para que sea tu sustento y refugio en todas tus necesidades.(El Combate Espiritual, Lorenzo Scupoli)