Como Cristo acogió a los ciegos para iluminarlos, a los cojos para hacerlos caminar, a los leprosos para limpiarlos, a los sordos para restituirles el oído, a los muertos para resucitarlos y a los pobres para evangelizarlos, así debemos acogernos los unos a los otros.
Si tu prójimo está ciego por la soberbia, en cuanto depende de ti, procura iluminar sus ojos con el ejemplo de tu humildad;
si anda cojo por la hipocresía, enderézalo con la acción de la verdad;
si está leproso por la lujuria, límpialo con la palabra y el ejemplo de la castidad;
si está sordo por la avaricia, muéstrale el ejemplo de la pobreza de Cristo;
si murió por sus glotonerías y sus ebriedades, resucítalo con el ejemplo y la virtud de la abstinencia;
y evangeliza a los pobres, enseñándoles la vida de Cristo.