¿También tú piensas que la meditación es difícil para un laico?

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Tuyo soy, para ti nací

Cuanto más escucho a universitarios y a casados, más me convenzo de que su vida es diferente a la nuestra y que por tanto no podemos recetarles, sin más, consejos de la oración propia del sacerdote o del consagrado. Lo esencial lo tenemos en común y muchas de las dificultades también, pero su vida es diferente a la nuestra.

«Los laicos no necesitamos tanto que nos motiven sobre la importancia de la oración, sino que comprendan nuestra vida, que nos digan cómo escuchar a Dios y nos acompañen», me dijo una chica antes de comenzar el taller de oración que tuvimos ahora en Medellín. Otra: «Sentimos que a veces nos piden mucho en la vida de oración, nos sentimos presionadas, nuestra vida es muy difícil.» Una más: «Antes que conocer métodos quisiera aprender a llevar a Jesús a todas partes y sentirlo siempre junto a mí.»

Con razón el 22 de junio de 2012 dijo el Papa a los obispos colombianos: «Muchas veces la gente sincera que sale de nuestra Iglesia no lo hace por lo que los grupos ‘no católicos’ creen, sino fundamentalmente por lo que ellos viven; no por razones doctrinales sino vivenciales; no por motivos estrictamente dogmáticos, sino pastorales; no por problemas teológicos sino metodológicos de nuestra Iglesia»

Tenemos que escuchar mucho más, esforzarnos por comprender mejor la vida del cristiano que anda todos los días por la calle. Sobre esa base y en diálogo con ellos, tratar de ayudarles a mejorar su comunicación con Dios, sobre todo, a aprender cómo habla Dios y cómo se le escucha.

Doce retos de la vida del laico:

Algunas de las características y desafíos de la vida del laico son los siguientes:

  1. Su mundo es la familia, la universidad, el matrimonio, el trabajo, los amigos, la vida social, la política, los deportes, la moda, la cultura, los hobbies y pasatiempos, las redes sociales en internet…
  2. Viven de prisa, bajo presión y en medio de continuos imprevistos y sorpresas.
  3. Sus sentidos están bombardeados permanentemente por estímulos fuertes, invasivos y agresivos, lo cual provoca mucho ruido interior y gran dispersión mental.
  4. El contraste de vida social y soledad interior duele mucho.
  5. La presión social, la competencia, los conflictos familiares y laborales, causan mucha turbación.
  6. Sus ilusiones, planes, sueños, aspiraciones, son los propios de un laico.
  7. El ejercicio de la libertad es todo un reto. La dificultad de tomar decisiones a la luz del evangelio en circunstancias tan nuevas y adversas es muy difícil.
  8. La experiencia del límite y del fracaso en la búsqueda de la verdadera felicidad se presenta a cada paso.
  9. La pregunta por el sentido de tantas cosas no encuentra respuestas simples ni se comprende el recurso a las respuestas sobrenaturales.
  10. El materialismo, el consumismo y el exceso de tantas cosas sin satisfacciones duraderas les produce mucho cansancio y decepción.
  11. Las responsabilidades son muchas, muy fuertes y las tienen que afrontar en medio de circunstancias incontrolables.
  12. «La vocación de los fieles laicos a la santidad implica que la vida según el Espíritu se exprese particularmente en su inserción en las realidades temporales y en su participación en las actividades terrenas» (Christifideles laici, 17).¡Vaya reto!

Y podríamos seguir… Creo que está claro que en estas condiciones no es fácil la meditación.

A finales del Siglo II se escribió la Carta a Diogneto. Es considerada la obra más bella y mejor compuesta de la literatura apologética. El desafío que propone al cristiano de nuestros días es de gran actualidad:

«Habitan en sus propias patrias, pero como extranjeros; participan en todo como los ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña les es patria, y toda patria les es extraña.

Se casan como todos y engendran hijos, pero no abandonan a los nacidos. Ponen mesa común, pero no lecho. Viven en la carne, pero no viven según la carne. Están sobre la tierra, pero su ciudadania es la del cielo. Se someten a las leyes establecidas, pero con su propia vida superan las leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los desconoce, y con todo se los condena. Son llevados a la muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos (/2Co/06/10). Les falta todo, pero les sobra todo. Son deshonrados, pero se glorían en la misma deshonra. Son calumniados, y en ello son justificados. «Se los insulta, y ellos bendicen» (1 Cor 4, 22). Se los injuria, y ellos dan honor. Hacen el bien, y son castigados como malvados. Ante la pena de muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos les declaran guerra como a extranjeros y los griegos les persiguen, pero los mismos que les odian no pueden decir los motivos de su odio.

Para decirlo con brevedad, lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo. El alma está esparcida por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos lo están por todas las ciudades del mundo. El alma habita ciertamente en el cuerpo, pero no es del cuerpo, y los cristianos habitan también en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está en la prisión del cuerpo visible, y los cristianos son conocidos como hombres que viven en el mundo, pero su religión permanece invisible. La carne aborrece y hace la guerra al alma, aun cuando ningún mal ha recibido de ella, sólo porque le impide entregarse a los placeres; y el mundo aborrece a los cristianos sin haber recibido mal alguno de ellos, sólo porque renuncian a los placeres. El alma ama a la carne y a los miembros que la odian, y los cristianos aman también a los que les odian. El alma está aprisionada en el cuerpo, pero es la que mantiene la cohesión del cuerpo; y los cristianos están detenidos en el mundo como en un prisión, pero son los que mantienen la cohesión del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal, y los cristianos tienen su alojamiento en lo corruptible mientras esperan la inmortalidad en los cielos.»

A la luz de esto, me parece claro que si bien la oración debe ser para todos lo mismo, la oración del laico tiene sus particularidades y en ese sentido es diferente. Debemos escuchar y comprender bien a los laicos para luego poder ayudarles con acierto en su vida de oración, sin causarles frustración.

Creo que debemos preguntarnos con seriedad: ¿Qué debe cuidar o enfatizar de manera especial un laico en su vida de oración? Y ¿cuáles serían las exigencias de la pedagogía de la oración para ellos?

Te sugiero leer cuáles son las 10 cualidades de la meditación del laico.


Autor, P. Evaristo Sada L.C. (Síguelo en Facebook)

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