Ante dificultades del camino y las decisiones que hacer, la persona prudente toma tiempo y pide consejo. Es poco sensato obrar precipitadamente y a solas. Nuestro futuro lo construimos a base de las opciones libres que vamos haciendo y es decisivo acertar: «Es mejor andar por el camino, aunque sea cojeando, que caminar rápidamente fuera de camino. Porque el que va cojeando por el camino, aunque adelante poco, se va acercando al término; pero el que anda fuera del camino, cuanto más corre, tanto más se va alejando del término.» (Santo Tomás de Aquino)
Hace pocas semanas un amigo me decía: «Cuando mi hermano y yo vamos a dar un paso importante en los negocios, tenemos la costumbre de pedir consejo a papá. Él no tiene participación en nuestras inversiones, pero nos gusta conversar con él y pedirle su opinión.» Lo mismo pasa en los asuntos familiares de mayor importancia: los esposos conversan, tratan de llegar a un consenso y deciden juntos por el bien de la familia. En las instituciones hay consejos constituidos para la toma de decisiones. En fin, es de sentido común que hay que ayudarse de buenos consejeros. Además, nadie es buen juez en causa propia.
Externar tus problemas para encontrar soluciones
A veces sucede que la sola presencia de otra persona nos ayuda a aclarar las ideas. Es a lo que vulgarmente se le llama: «rebotar ideas». Vas con alguien que te inspira confianza y le hablas del problema que traes entre manos con la intención de encontrar luz. Tu interlocutor puede darte la respuesta o bien puedes encontrarla tú mismo por el simple ejercicio de haber puesto tu problema en conceptos y de ir razonando serenamente en su presencia.
Cuando tengo que preparar una conferencia, muchas veces me pasa que al sentarme a la mesa para escribir, paso largo rato sin que fluyan las ideas. En cambio, si me pongo a conversar del tema con un amigo, las ideas comienzan a fluir y fluir. Es el valor del diálogo y de la escucha, y el valor de tener buenos amigos y buenos consejeros.
Acude a Dios para aclarar tu mente
Jesucristo es un consejero privilegiado. ¡Cuántas cosas ha escuchado Jesucristo en la Eucaristía y en el interior de los corazones durante siglos! Él es un hombre de experiencia, y además, como Dios que es, «se las sabe todas». Jesucristo es un amigo que siempre tiene tiempo para escuchar. Es un consejero que busca nuestro mayor bien, sin interés personal alguno, y sabe qué es lo que más nos conviene. Más aún, Él es el Señor de la historia, conoce el pasado, el presente y el futuro. «Si buscas a dónde has de ir, adhiérete a Cristo, porque Él es la verdad a la que deseamos llegar.» (Santo Tomás de Aquino)
Rezar es acudir a Dios para contarle un problema; rezar es pedirle un consejo; rezar es recibir de Él luz y fuerza para tomar la decisión más prudente; rezar es hacerse acompañar de Dios en los momentos más importantes de la vida y también en los asuntos sin importancia.
El segundo domingo de cuaresma, S.S. Benedicto XVI nos explicaba el episodio de la Transfiguración de Cristo. Nos hace ver cómo Jesucristo llevó a Pedro, Santiago y Juan a la montaña para darles luz interior en un momento de fuerte confusión. Jesucristo se los llevó a un lugar apartado, a estar con Él y revelarles el esplendor de la Verdad. «Jesús quiere que esta luz pueda iluminar sus corazones cuando pasen por la densa oscuridad de su pasión y muerte, cuando el escándalo de la cruz será insoportable para ellos. Dios es luz, y Jesús quiere dar a sus amigos más íntimos la experiencia de esta luz, que habita en Él. Por lo tanto, después de este evento, Él será en ellos una luz interior, capaz de protegerlos de los ataques de las tinieblas. Incluso en la noche más oscura, Jesús es la luz que nunca se apaga. San Agustín resume este misterio con una bella expresión, y dice: «Lo que para los ojos del cuerpo es el sol que vemos, lo es [Cristo] para los ojos del corazón» (Sermo 78, 2: PL 38, 490).»
Pensamiento del Papa
El Papa nos explica que esta revelación, este espacio de luz, representa la oración.
«Queridos hermanos y hermanas, todos necesitamos la luz interior para superar las pruebas de la vida. Esta luz proviene de Dios, y es Cristo quien nos la da, Él, en quien habita toda la plenitud de la divinidad (cf. Col. 2,9). Subamos con Jesús al monte de la oración y, contemplando su rostro lleno de amor y de verdad, dejémonos colmar interiormente de su luz. Pidamos a la Virgen María, nuestra guía en el camino de la fe, que nos ayude a vivir esta experiencia en el tiempo de la Cuaresma, encontrando algún momento en el día para la oración en silencio y para la escucha de la Palabra de Dios.»
En el Evangelio aprendemos que Jesús acudía a Su Padre antes de momentos importantes, por ejemplo: antes de la elección de los doce apóstoles (cf. Lc 6, 12-13), al iniciar su vida pública (cf.Mc 1,13-14), antes de resucitar a Lázaro, su buen amigo (Jn 11, 41-44), cuando se aproximaba su «hora» (cf.Mt 26, 36-46) e incluso instantes antes de morir (Mc 15,34).
En la práctica, cuando tengas que aclararte las ideas y necesites luz para saber cómo conviene actuar, es bueno:
1. Acudir a Cristo Eucaristía o simplemente cerrar los ojos y ponerse en la presencia de Dios.
2. Formular en palabras lo que te pasa y decírselo a Él; cuéntale tu historia y pregúntale.
3. Haz memoria de la vida y las palabras de Jesús a ver si encuentras una respuesta.
4. Pídele luz, suplícale que te ilumine y te ayude a actuar como a Él le agrada. Luego, aguarda en actitud de escucha.
5. Si cuentas con un director espiritual, pídele consejo y que te ayude a discernir la Voluntad de Dios.
Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)
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