Entre cuantos esperaban recibir el bautismo en el Jordán por manos de san Juan Bautista estaba Jesús y al verle entre la multitud, Juan Bautista quiso impedirsélo afirmando que era el, el profeta, el que necesitaba ser bautizado por Jesús. “Era consciente de la distancia que había entre Jesús y él, pero Jesús vino precisamente para colmar la distancia entre el hombre y Dios: Si está completamente al lado de Dios, también está completamente al lado del hombre y reúne lo que estaba dividido. Por eso pide a Juan que lo bautice, para que se cumpla toda justicia , es decir, para que se realice el plan del Padre, que pasa por el camino de la obediencia y la solidaridad con el hombre frágil y pecador el camino de la humildad y de la cercanía total de Dios a sus hijos. ¡Porque Dios está muy cerca de nosotros, mucho!
Cuando Jesús bautizado por Juan, emerge de las aguas del río Jordán, se escucha desde las alturas la voz de Dios Padre: «Este es mi Hijo amado, en me complazco» y al mismo tiempo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, se posa sobre Jesús, que comienza públicamente su misión de salvación. “Una misión que se caracteriza por un estilo, el estilo del siervo manso y humilde , armado solamente con la fuerza de la verdad, como Isaías profetizó: «No gritará, ni alzará el tono, […] no quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que arde débilmente; proclamará el derecho a la verdad . Siervo manso y humilde”
“Este es el estilo de Jesús y también el estilo misionero de los discípulos de Cristo: anunciar el Evangelio con mansedumbre y firmeza, sin gritar, sin regañar a nadie, sino con mansedumbre y firmeza, sin arrogancia o imposición. La misión real nunca es proselitismo, sino atracción hacia Cristo”; se atrae hacia Cristo a través del testimonio propio, de la fuerte unión con Él en la oración, la adoración y la caridad concreta, que es servicio a Jesús presente en el más pequeño de nuestros hermanos”.
La fiesta del bautismo de Cristo nos hace “redescubrir el don y la belleza de ser un pueblo de bautizados, es decir, de pecadores – lo somos todos – salvados por la gracia de Cristo, introducidos realmente, a través del Espíritu Santo, en la relación filial de Jesús con el Padre,acogidos en el seno de la madre Iglesia y capacitados para una fraternidad que no conoce ni fronteras ni barreras.”
“Que la Virgen María ayude a todos nosotros , los cristianos, a conservar una conciencia cada vez más viva y agradecida de nuestro bautismo y a seguir fielmente el camino abierto por este Sacramento de nuestro renacimiento. Y siempre, humildad, mansedumbre y firmeza».
(Enero 2017)