“Mira que te mira”

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“Mira que te mira”

Estas palabras son atribuidas a Santa Teresa de Jesús. Con ellas quería recordar a las carmelitas que Jesús nos «mira» cuando estamos en la oración. En realidad nos mira siempre. También el campesino de Ars que pasaba largas horas ante el sagrario en la iglesia del pequeño pueblo donde el santo era párroco, al ser interrogado por éste sobre el contenido de su oración le respondió: «Nada. Yo le miro y Él me mira«.

Cristo nos ama con la mirada

Ya sabemos que la mirada refleja el fondo del alma. Hay un modo de mirar de quien odia y hay un modo de mirar de quien ama.

En el Evangelio podemos intuir en algunos momentos la poderosa y penetrante mirada de Cristo. Cuando viene a Jesús el joven rico para preguntarle cómo hacer para obtener la vida eterna, al ver que había cumplido los mandamientos desde pequeño pero que todavía buscaba más, San Marcos nos dice que «Jesús lo miró y lo amó» (Mc 10, 20). Muchos exegetas se han preguntado por qué el Evangelista ha puesto esta nota tan peculiar de la mirada de Cristo que, mirándolo lo amó. Seguramente Él había puesto en este joven que parecía generoso sus esperanzas de que fuera un gran apóstol. Los demás apóstoles notaron esta mirada llena de afecto hacia este joven que parecía tan dispuesto a seguirlo. Desgraciadamente por ser demasiado rico y estar apegado a sus riquezas, no lo hizo. Seguramente que a la mirada ilusionada, siguió una mirada de decepción pero siempre amorosa.

Dejémonos mirar por Jesús: «mira que te mira». Esta es la oración del corazón, sencilla como la mirada de un niño al mundo que le rodea o a los seres que, extasiados, lo miran con amor.

Déjate amar por Él

La vida nos puede golpear con fuerza, podemos tener experiencias negativas, podemos perder la estima de nosotros mismos, podemos caminar desesperanzados por los caminos de la existencia, pero ahí hay una mirada de amor que nunca fallará, la de Cristo que es nuestro Redentor, nuestro Amigo, nuestro Amor. Déjate mirar con amor y no rechaces esa mirada que, suplicante, te invita a aceptar el amor. Haz de tu oración un intercambio de miradas que es en el fondo un intercambio de corazones. Como Santa Margarita María, sé capaz de interpretar en lo profundo de la mirada de Jesús que también a ti te suplica: «¡Al menos tú, ámame


Agradecemos esta aportación al P. Pedro Barrajón, L.C. (Más sobre el P. Pedro Barrajón, L.C)

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