«¡Oh amor que supera toda sabiduría! ¡Oh amor supremo! El amor mayor, pues mi Dios se hace hombre y a mí me hace Dios. ¡Oh amor entrañable: te has rebajado, pero no has perdido nada de tu divinidad! El abismo de tu encarnación me obliga a pronunciar estas palabras apasionadas: tú, el incomprensible, hecho comprensión; tú, increado, hecho criatura; tú, inconcebible, hallado concebible; tú, espíritu impalpable, palpado por las manos de los hombres» (Beata Ángela de Foligno, De “El misterio de la Encarnación”).
Llegamos con inquietudes a la oración
En los días de mayor frío, si se tiene una chimenea en casa uno puede disfrutar de unos momentos muy agradables al calor de un buen fuego. Yo tuve esa experiencia hace años en España, cuando pude pasar un fin de semana con un grupo de jóvenes en una casa en la montaña. ¡El frío era intenso! Decidimos hacer un fuego y agruparnos alrededor de la chimenea para compartir experiencias.
Me da la impresión que muchas veces nosotros vamos a la oración con esta inquietud. Nos preocupamos de cómo orar y no oramos; estamos pendientes de cumplir una serie de pasos y olvidamos que estamos en diálogo con Alguien; nos miramos continuamente a nosotros y no vemos al Tú; pensamos mucho y amamos poco.
¿Qué es orar?
¿Qué es orar? Los santos jamás la definen como un método. Santa Teresa de Jesús la describe como «tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama». No ponerse de rodillas, no cuidar mis posturas, no ver si estoy atento. Amistad, estar a solas.
No sé si han visto la película Up de Disney. Una bella y divertida caricatura sobre la amistad entre un anciano y un niño. El inicio de esa película es uno de los mejores cantos al amor que he visto en mi vida. Y de esos instantes saco esta imagen, que puede resumir muy bien lo que estoy intentando decirles:
Si se dan cuenta, ninguno de los dos está hablando… ¡pero se dicen tanto! Ese unir sus manos, ese estar juntos, ese compartir una misma cosa es uno de los actos de amor más profundo entre dos personas. ¡Y Dios quiere realizar esto con nosotros en cada oración!
Orar es estar con Dios, dedicarle un tiempo, hablar con Él. Y sí, es verdad que uno debe saber hacerlo y, sobre todo al inicio, aprender un método que le ayude a orar (así como de niños aprendemos a caminar o a hablar), pero uno no debe detenerse ahí: el método es el camino para ir a una meta. Y esa Meta es Dios.
Orar es estar con Dios
Y una cosa: no se inquieten si les cuesta estar a solas con Dios porque se distraen o porque están cansados. Recuerden: orar es estar con Dios. «El que está al límite del cansancio, aturdido por las distracciones, incapaz de orar, puede ofrecer su pobreza al Señor con serena confianza; de este modo le está amando ¡y hace una magnífica oración!» (Jacques Philippe, Tiempo para Dios, pág. 56). Si en el tiempo que dedico a orar estoy continuamente moviendo mi espíritu a estar con Él, incluso cuando me distraigo estoy amando a Dios… porque estoy conÉl. Así no me preocupo de cuánto le doy yo a Dios o qué hago cuando estoy orando, sino que lo que me importa es estar a su lado, acompañarle, dedicarle tiempo.
¿Cómo es mi oración?
Autor: P. Juan Antonio Ruiz J., L.C.
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