Comentario a la Liturgia, III Domingo de Cuaresma, Ciclo C

1977
Comentario a la Liturgia, III Domingo de Cuaresma, Ciclo C

«He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel.»  (Ex 3, 7-8).  “No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar…” (I Co 10, 1-2).  «Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?»  Pero el viñador contestó: «Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas».»  (Lc 13, 7-9)

 

Comentario

Los tres textos que se proclaman en la Liturgia de la Palabra de este domingo, además del salmo, que canta “El Señor es compasivo y misericordioso”, coinciden en presentar a Dios lleno de ternura por su pueblo, mimo que se simboliza con el cuidado de la higuera, a pesar de que no da fruto.

La higuera representa el pueblo de la Alianza, a los que son fieles a la ley de Moisés, como Natanael. Para señalar la autenticidad de una persona, se la relaciona con el símbolo de la higuera –“Judá e Israel vivieron en seguridad, cada uno bajo su parra y bajo su higuera, desde Dan hasta Berseba, todos los días de Salomón” (1 Re 5, 5).

En los relatos se describe la paciencia de Dios con la higuera estéril, a la que le prestará mimo y cuidado, como lo hizo con su pueblo en la travesía del desierto, a pesar de la infidelidad.

Llega el momento cumbre. Se va a realizar la consumación de la Nueva Alianza. Jesús mandará que se seque la higuera, y no porque no dé higos, sino porque lo que salva ya no es la ley, sino la Cruz de Jesucristo.

La paciencia de Dios permanecerá para siempre, pues desde la ofrenda de Jesucristo, del árbol santo penderá el fruto bendito, que agradará al Señor. Si en la Antigua Alianza, a pesar de la infidelidad, Dios se compadeció de su pueblo y lo sacó de la esclavitud, ¿cómo no va a liberar a la humanidad, después de consumarse la Nueva Alianza?

Puntos de reflexión

¿Sientes la fidelidad de Dios para contigo? ¿Te aferras a tus prácticas religiosas, para darte el crédito y la satisfacción de la fidelidad, o te sabes salvado y amado de Dios, y tu vida se convierte en respuesta agradecida y con buenos frutos?


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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