¿Estaré experimentando gula intelectual? Primera Parte

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¿Estaré experimentando gula intelectual? Primera Parte

Pregunta: Querido padre John, ¡Hay demasiado que leer! Creo que debería estar leyendo más sobre mi fe y la vida espiritual para poder crecer más, pero estoy bastante frustrado porque, aunque estuviera todo el día leyendo, siento que apenas estoy comenzando a raspar la superficie. Entonces me pongo tenso, confundido y termino por no hacer nada. ¿Qué me está pasando y qué debo hacer al respecto?

Respuesta: Lo bueno es que estás experimentando un deseo apasionado de crecer en tu fe. ¿Te das cuenta qué gracia tan increíble? Es un deseo santo, un deseo sobrenatural, un deseo que sólo puede venir de Dios. ¡Sé agradecido! ¡Regocíjate! Dios ha sembrado ese deseo en tu corazón (quiero decir, ¿de dónde más puede venir?) por tanto, Él se asegurará que el deseo sea fructífero y, eventualmente, colmado. Ése es el primer punto: se trata de un buen problema que estás enfrentando.

Ahora podemos analizarlo minuciosamente. Yo diría que necesitas tener tres cosas presentes:

Cristianizar nuestra mente

Primero, el factor intelectual. Tu deseo es tener un mayor conocimiento acerca de tu fe y sobre cómo vivirla. Esto corresponde a la primera función de nuestro intelecto –conseguir información. Aumentar nuestro conocimiento es necesario para el crecimiento espiritual. Jesús es la Palabra de Dios –una palabra comunica contenido, significado. Cuanto más sepamos acerca de Dios, de su destino para el mundo, de su plan de salvación, de cómo Él nos ve y quiere interactuar con nosotros y guiarnos, mucho mejor. Recibir la revelación de Dios y meditarla con nuestra mente, supera la ignorancia natural de nuestra condición humana. Además, gradualmente purifica la maliciosa desinformación que supone vivir en un mundo caído, con una naturaleza humana caída. Estamos llenos de ideas distorsionadas sobre nosotros mismos, sobre nuestro mundo y Dios. La revelación de Dios se nos da para exponer esas mentiras e iluminar nuestros oscurecidos intelectos.

La segunda función del intelecto tiene que ver no tanto con acumular más y más información, sino más bien con profundizar nuestra comprensión de las verdades que ya conocemos. Un estudiante puede aprender de memoria el discurso de Gettysburg, pero las palabras que él memoriza significan mucho menos para él que lo que significaron para Abraham Lincoln cuando escribió ese discurso. La verdad tiene amplitud, pero también tiene profundidad. La raíz latina para la palabra «inteligencia» incluye dos palabras -«intus» y «legere». Juntas implican -leer dentro de algo – penetrar en el significado profundo de las cosas. Nuestra mente está hecha para hacer esto también. Cuando nos olvidamos de esto, podemos crecer en amplitud de conocimiento, pero no necesariamente crecer en sabiduría, en inteligencia. Seremos como una computadora con muchos datos, pero no necesariamente una persona con mayor profundidad espiritual, en sintonía con el verdadero significado del maravilloso universo de Dios.

Recolectando e imaginando

La tercera función de nuestro intelecto une nuestras mentes con nuestros recuerdos. Para interactuar con el mundo que nos rodea de una manera cristiana, debemos aprender a recordar las verdades de la revelación y permitirles guiarnos e iluminarnos en las diferentes situaciones de vida en que nos encontramos. ¿De qué sirve ser capaces de definir la Divina Misericordia si nos rehusamos a permitir que esa misericordia nos dé esperanza y consuelo después que cometemos un pecado grave? El Israel antiguo tenía un problema de memoria. Dios realizaba milagros asombrosos para su pueblo y, una semana después, cuando las cosas se ponían difíciles, los israelitas se olvidaban de los milagros, se quejaban y reclamaban.

A esta capacidad de memoria está vinculada nuestra imaginación. Nuestra imaginación puede realzar todas las demás funciones intelectuales – la de recabar y capturar información, penetrar en las profundidades de las verdades que aprendemos y traer a la memoria esas verdades para permitirles que ejerzan su influencia en nuestro diario vivir. Pero para que esto suceda, tenemos que entrenar a la imaginación. Desafortunadamente, este entrenamiento está severamente impedido por el materialismo (que mantiene nuestra imaginación pasiva para poder manipular mejor nuestras emociones, jugando con nuestra imaginación) y por la saturación de los medios (que mantiene nuestra imaginación sobrecargada y, por tanto, frecuentemente, hiperactiva y sin control).

Tenemos que reconocer que la cristianización de nuestros intelectos implica desarrollar armoniosamente todas estas facetas de nuestras mentes. La mente cristiana ha conocido la revelación de Dios, la ha asimilado y ha tomado posesión de ella. Como resultado, los cristianos maduros, de manera natural, se verán a ellos mismos, a los demás, al mundo, a los eventos y a Dios a través del claro cristal de la verdad. La fe hace esto en nosotros. Nos libera de la ignorancia y de la desinformación.

Como ves, tu deseo de aprender más acerca de tu fe es un buen deseo, pero ayudaría mucho recordar que grandes cantidades de conocimiento, por sí solos, no te llevarán a adquirir mayor sabiduría espiritual ni la intimidad con Dios que estás buscando.

En nuestro siguiente correo sobre este tema, discutiremos el segundo factor de la gula espiritual, la «frustración». Después de examinar la causa de la frustración, se cubrirá el tema sobre aprender a experimentar placer por saber que Dios nos ama.


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