El ruego de una madre, ¿por qué Dios se demora en contestar?

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El ruego de una madre, ¿por qué Dios se demora en contestar?

Entrevista al P. John Bartunek, L.C.

Pregunta: Estimado Padre John, dos de mis hijos, educados en la universidad, han estado sin trabajo durante varios años, afortunadamente ambas esposas trabajan.

Lo que generalmente sucede es que nuestras esperanzas crecen cuando los llaman para alguna entrevista, se les pide que regresen y luego reciben otra invitación para juntas adicionales. Después llegan noticias diciendo que han escogido a otra persona. La «montaña rusa» emocional es brutal. He orado a Dios diciéndole que yo pagaré cualquier precio que necesite ser pagado para que ellos consigan trabajo, siempre y cuando Él no me diga de antemano lo que me pedirá. No alcanzo a comprender por qué ningún camino parece abrirse para ellos.

Sé que frecuentemente Dios tarda en contestar las peticiones y también sé el valor que tiene el sufrimiento redentor. Pero he empezado a preocuparme por la fe de mis hijos y que ésta pueda debilitarse debido a lo que parece desinterés por parte de Dios. Usted ha escrito sobre el sufrimiento redentor antes, pero qué es lo que se dice cuando parece que Dios demora en dar cualquier auxilio, especialmente cuando la petición se hace para poder cuidar de tu familia. Sé que Dios valora la familia, especialmente cuando está siendo tan atacada, pero parece que nada viniera del cielo para apoyarlos. Por favor ayúdeme a encontrar algo qué decirles para que no pierdan la fe y la esperanza en esta fase de incesante lucha y continuas decepciones.

Respuesta: El dolor y el sufrimiento que está usted pasando en esta dura prueba familiar es palpable. Desearía poder darle una respuesta fácil – es más, ¡desearía poder ofrecerles trabajo a sus hijos! Gracias por compartir esta pregunta, pues estoy seguro que usted no es la única que está pasando por esta clase de batalla espiritual.
Desafortunadamente, temo que no le va a gustar mucho mi respuesta. De hecho, usted realmente contesta sus propias preguntas (y yo detecto por lo menos dos de ellas), pero la respuesta es muy difícil y creo que por eso su alma está buscando certezas.

Ejercicio intencional

Su primer pregunta se reduce a esto: «¿Por qué Dios no responde a mis plegarias de la manera que yo quiero que lo haga?» Después de todo, usted está pidiendo algo que no sólo es razonable, sino bueno y, tal parece, necesario. Entonces, ¿por qué Dios se demora? Permítame contestar a esa pregunta con otra pregunta: ¿Qué tan firmemente cree usted que Dios ama a sus hijos, incluso mucho más que usted? Sabemos que Él los ama – no porque el amor de usted sea insignificante, sino porque su amor es infinito. El amor que usted tiene por sus hijos, tan fuerte y apasionado, es sólo un reflejo del amor infinito que Dios tiene por ellos. Al mismo tiempo, Dios es todopoderoso. Entonces, por la fe sabemos que si Dios está permitiendo esta cruz, Él tiene sus motivos y les dará una serie de gloriosos domingos de resurrección a partir de lo que parece esta sucesión sin fin de viernes santos.

En tiempos de crisis, debemos ejercitar nuestra fe de manera premeditada. Además, deliberadamente y con valor, debemos acordarnos que el propósito último de Dios es llevar a cada persona hacia una comunión cada vez más profunda con Él. Esta comunión comienza y crece aquí en la tierra, pero alcanza su plenitud sólo en el cielo. Las batallas, luchas, penas y, muchas veces, los sufrimientos terribles que enfrentamos en nuestra peregrinación terrenal son inevitables en un mundo caído; pero Dios, lejos de estar ausente en medio de ellos, los ha transformado en canales de gracia, en gimnasios de virtud y puentes hacia una mayor sabiduría, compasión y madurez espiritual.

Ayudas prácticas

Usted siente que su fe está siendo probada por su situación actual. Esto debe ponerla de rodillas más frecuentemente – y tal parece que eso es lo que Dios le está pidiendo al empujarla fuera de su zona de confort espiritual. Él está purificando su fe y una fe más pura la llevará hacia una mayor unión con el Sagrado Corazón. Como el apóstol Santiago lo explica: «Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento; pero la paciencia ha de ser acompañada de obras perfectas para que seáis perfectos e íntegros sin que dejéis nada que desear». (Santiago 1,2-4)

En este período de sufrimiento, puede encontrar ánimo leyendo algunos escritos espirituales. Usted no está sola en esta prueba, es miembro del Cuerpo Místico de Cristo. Inspirarse en las vidas de los santos, y de otros cristianos, quienes han sobrellevado sufrimientos tremendos en su camino hacia la santidad le dará ánimo, la guiará y la edificará. Lea, por ejemplo Mártires del siglo veinte, de Robert Royals o Ven, sé mi luz, de la Madre Teresa de Calcuta o He Leadeth Me del Padre Walter Ciszek, S.J. Debemos, a propósito, llenar nuestra imaginación con recordatorios de que Dios trabaja a través del sufrimiento, de otra manera nuestra fe y nuestra esperanza disminuirán y caeremos en el espiral cegador de la frustración y el desánimo donde somos vulnerables del más mortífero de los pecados: el orgullo.

Cuando el amor de una madre se siente impotente

Pero usted también formuló una segunda pregunta: ¿Qué puede decirles a sus hijos, qué puede usted hacer por ellos para que su fe no decaiga? La respuesta a esta pregunta va a gustarle menos que la que le di anteriormente. Permítame comenzar citando palabras de Nuestro Señor a san Pedro al final del Evangelio de Juan, cuando Pedro le preguntó a Jesús sobre qué le iba a pasar al otro discípulo (san Juan): «¿Señor, y éste, ¿qué?» San Pedro quería saber que era lo que le esperaba al discípulo más joven, quizá debido a que lo quería tanto y estaba preocupado por él y Jesús responde de manera cortante «Si yo quiero que se quede hasta que yo venga ¿ qué te importa? Tú, sígueme» (Juan 21,22). Jesús frenó la preocupación y ansiedad de Pedro diciéndole que permaneciera concentrado en su propio apostolado y confiara en que Jesús se haría cargo del resto.

Su corazón de madre anhela consolar a sus hijos, salvarlos del sufrimiento, rodearlos de luz, afecto y éxito. Esto es correcto, es saludable y es verdad, y aun así, al final no puede usted determinar cómo responderán ellos a la gracia de Dios. Por más que usted quiera asegurar que ellos conserven la fe, busquen a Dios y crezcan en santidad, no puede hacerlo, sólo puede hacer lo que a usted le toca. Al final, cada uno de sus hijos es responsable de su propia relación con Dios, cada uno de ellos es responsable de cómo enfrenta la crisis actual, cada uno es libre para crecer en paciencia, humildad, sabiduría y valor, o para rebelarse contra Dios, quien nos ama tanto que rehúsa evitarnos las dificultades…«Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge» (Hebreos 12,6).

Aprendiendo a dejar Ir y a dejar a Dios

Cuando sus hijos eran pequeños, usted podía controlar más directamente lo que los rodeaba e incluso sus reacciones. Entonces dependían más de usted. Pero ahora sólo puede influir en ellos y sus circunstancias de manera indirecta. Aceptar tranquilamente las limitaciones de su influencia dará gran gloria a Dios, porque elevará su confianza en Él a un nuevo nivel. Y si, en medio de esta prueba, alguno de sus hijos se revela contra Dios, usted debe conservar su paz interior a través de la oración y la confianza, mientras ofrece a Dios el sufrimiento que pueda experimentar. Después de todo, aun si en ellos hubiera una rebelión violenta, éste no es el final de la historia – la historia sólo termina el día del Juicio.

Recuerde, Dios ama a sus hijos aún mas de lo que usted los ama y Él honrara su amor de madre por ellos mucho más de lo que puede imaginar, siempre y cuando sea un amor puro, y su amor por Dios y su confianza en Él permanezcan en el primer lugar. Así que continúe haciendo lo que pueda para dar apoyo y valor a sus hijos y para ayudarlos a llevar sus cruces, a través de sus oraciones, su ejemplo y cualquier palabra y obra que las circunstancias le permitan. Pero –cuantas veces sea necesario- renuncie en su corazón y en su mente al control que le gustaría tener. Salvarlos no depende de usted, sólo puede ser un instrumento de la gracia de Dios hasta donde Él lo permita. Dios es Dios, nosotros no somos Dios, y con Dios de nuestro lado «¿quién contra nosotros?» (Romanos 8,31). «Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio» (Romanos 8,28). Ésa es nuestra seguridad, nuestra esperanza, nuestra roca y nuestro refugio.

Rezaré por usted y por su familia y pediré a nuestros lectores que también lo hagan.


Agradecemos esta aportación al P. John Bartunek, L.C. Traduccióna cargo de www.la-oracion.com

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