¿Cómo rezar cuando no tengo tiempo para nada? Segunda Parte

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¿Cómo rezar cuando no tengo tiempo para nada? Segunda Parte

La semana pasada reflexionamos sobre el problema que la falta de tiempo nos plantea ante nuestra sed de Dios, que se concreta en esa necesidad de orar más y/o mejor. Propusimos una clasificación básica de las personaspor “grados de ocupación” y comentamos la primera categoría: “Los que objetivamente no tienen tiempo disponible y no pueden tenerlo”. Ahora vamos a la segunda categoría:

2. Los que tienen sus jornadas comprometidas, pero pueden administrar libremente el empleo de su tiempo, al menos en parte.


 

Conforme al ritmo de vida actual se llenan los días y las semanas de compromisos y actividades. Algunas son necesarias, otras no. Muchas de las cosas que hacen son opcionales, las hacen por gusto, por generosidad, por costumbre o tal vez incluso por presión social, y atiborran sus jornadas de ocupaciones como un embutido. Además de sus obligaciones y deberes básicos (estudios, hogar, trabajo, ….) dedican tiempo a otras actividades como cursos, deporte o gimnasia, vida social, hobbies, entretenimiento y descanso, leer la prensa, revistas, redes sociales en internet, obras de apostolado, etc. Su día lo tienen lleno no porque “se les haya llenado” sino porque “lo llenan”, y sin embargo no tienen tiempo para estar a solas con Dios.

 Si te encuentras en esta categoría, tal vez te ayuden las siguientes consideraciones:

1. Detente (time out!) y con mucha humildad y sencillez pregúntate tres cosas:

  • Si deseas o no escuchar y responder a tu sed de felicidad profunda,
  • Si reconoces que el trato diario con Dios es una necesidad básica para que tu vida sea auténticamente humana,
  • Si quieres poner los medios para obrar en consecuencia.

2. Traza una recta jerarquía de valores y decide responsablemente cómo vas a usar tu tiempo (según prioridades que sean conformes a su jerarquía de valores).  No es propio de una persona con carácter dejarse llevar por la inercia. Una persona de carácter toma en sus manos su vida y hace lo que sabe que debe hacer.

 3. Trata de simplificar tu vida: quita cosas no necesarias para que puedas vivir menos acelerado y luego elige tiempos de calidad reservados al encuentro personal con Jesús. A las actividades necesarias no se puede renunciar, pero sí a las actividades no necesarias u opcionales. Simplificar implica hacer renuncias. Esto no es fácil, es necesario romper esquemas y cambiar hábitos.

 4. Una vez tomadas estas decisiones, incluye la oración personal en tu rutina diaria y sé constante; de lo contrario sucederá con facilidad que la meditación sea lo primero en caer o se quedará siempre para el final, cuando ya estás cansado y con el deseo de llegar cuanto antes a la cama.

 Me parece que la rutina diaria de un cristiano “de a pie” debería incluir:

  • Ofrecimiento del día al Señor al inicio de la jornada.
  • Acción de gracias al final de la jornada.
  • 10-15 minutos de silencio y soledad para leer y reflexionar la Palabra de Dios, dialogar con Él y acompañarle.

Algunos querrán hacer una visita a Cristo Eucaristía, comulgar o incluso ir a misa entre semana y rezar un misterio del Rosario o el Rosario completo.

Sé bien que hoy en día estas cosas no se estilan, no es lo habitual, pero creo que debería serlo. Es cuestión de jerarquía de valores y prioridades.

Procura ofrecer a tu Creador la mejor parte. Estamos hablando de la relación de la creatura con su Creador, del hijo con su Padre, del pecador con su Redentor, del caminante con su Guía.

Sé generoso con tu tiempo

Pueden servirte de inspiración estas dos mujeres de la Sagrada Escritura que se caracterizan por su generosidad:

a) La viuda de Sarepta:

“Le fue dirigida la palabra de Yahveh a Elías diciendo: «Levántate y vete a Sarepta de Sidón y quédate allí, pues he ordenado a una mujer viuda de allí que te dé de comer». Se levantó y se fue a Sarepta. Cuando entraba por la puerta de la ciudad había allí una mujer viuda que recogía  leña. La llamó Elías y dijo: «Tráeme, por favor, un poco de agua para mí en tu jarro para que pueda beber». Cuando ella iba a traérsela, le gritó: «Tráeme, por favor, un bocado de pan en tu mano». Ella dijo: «Vive Yahveh tu Dios, no tengo nada de pan cocido: sólo tengo un puñado de harina en la tinaja y un  poco de aceite en la orza. Estoy recogiendo dos palos, entraré y lo prepararé para mí y para mi hijo, lo comeremos  y moriremos». Pero Elías le dijo: «No temas. Entra y haz como has dicho, pero primero haz una torta pequeña para mí y tráemela, y luego la harás para ti y para tu hijo. Porque así habla Yahveh, Dios de Israel: No se acabará la harina en la tinaja, no se agotará el aceite en la orza hasta el día en que Yahveh conceda la lluvia sobre la haz de la tierra. Ella se fue e hizo según la palabra de Elías, y comieron ella, él y su hijo. No se acabó la harina en la tinaja ni se agotó el aceite en la orza, según la palabra que Yahveh había dicho por  boca de Elías.” (Primer libro de los reyes 17, 8-16)

b) La viuda pobre y generosa:

“Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: «Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.” (Mc 12, 41-44)

Dedícale tiempo a tu encuentro pero de forma práctica y realista

En la elección de los tiempos para la meditación diaria es importante ser prácticos y realistas. Si te propones dedicar 15 minutos diarios a leer y meditar la Palabra de Dios y quisieras hacerlo al inicio de la jornada para que te sirva de inspiración durante toda la jornada, pero te resulta imposible por tus deberes de estado, no te agobies, no te culpes, no pienses que no estás dando a Dios la primacía. Con sencillez y serenidad hazlo en otro momento adecuado, en la medida de tus reales posibilidades. O tal vez seas de los que al iniciar el día andan como “zombies”; si es así elige las horas de lucidez y no las de sueño para estar con Jesús. Cada quien debe conocer qué hora le va mejor y en qué lugar le ayuda más hacer la meditación. Creo que no sería correcto recetar esquemas universales e imponerlos como camisas de fuerza a todos por igual. La oración es algo muy personal.

Tengo la convicción de que quienes tomen la decisión de invertir un tiempo cada día para “pasársela bien con Dios”, a las pocas semanas experimentarán que comienzan a recuperar la paz profunda y que son mejores amigos, mejores papás, mejores mamás, mejores esposos o mejores hijos. Ciertamente serán mejores cristianos.

Conversando con una joven pastora, de nombre Araceli, me decía: “Cuando ando inquieta, nerviosa, de malas…. hasta las ovejas se dan cuenta y se me apartan. Cuando estoy en paz, aquí andan cerquita.” Es un hecho que cuando estamos cerca de una persona con paz interior, llena de la gracia de Dios, uno lo percibe, se siente a gusto a su lado. Su rostro lo refleja.

(Continúa…)


Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)

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