¿Cómo perseverar en la oración?

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Cómo perseverar en la oración

«Ya me cansé de mis compromisos de vida espiritual». Esta frase la he escuchado en repetidas ocasiones. Por lo general son personas para las que su vida de oración tuvo un inicio que parecía prometedor, pero al cabo de los años llegó el cansancio o el aburrimiento. Conversando con ellas veo que las causas de la falta de perseverancia son múltiples. Ahora quisiera detenerme en dos.

1. Cuando los compromisos de vida espiritual se hacen únicamente «porque tengo que cumplir».

No está mal cumplir los compromisos asumidos; al contrario. El error está en no hacer los actos de vida espiritual por amor y con amor. Cuando los compromisos de vida espiritual no se viven como actos voluntarios con los que demuestro mi amor a Cristo, se vacía de su contenido y por ello se termina por no cumplir más.

Por ejemplo: si paso a formar parte de una asociación religiosa donde hacen 15 minutos de meditación diaria y rezan el Rosario todos los días, y yo cumplo sólo por sentido de responsabilidad, pero sin hacerlo por amor a Dios y a la Santísima Virgen María, sin darle a esos actos el sentido que tienen, muy probablemente al cabo de unos meses o de unos años los voy a dejar de hacer.

Un robot hace las rutinas para las que fue programado y sigue ciegamente las instrucciones que recibe; un robot «funciona», pero no tiene convicciones, no tiene libertad, no pone amor. El robot no realiza actos humanos y no se cansa. Cuando nosotros nos comportamos como robots no sólo nos cansamos sino que nos hartamos.

El robot no es un yo, no tiene capacidad de reflexionar, no tiene interioridad, no tiene espíritu. El robot tampoco es un ser de relación, hace cosas pero no se relaciona con personas. El robot no puede contemplar, gustar la presencia de Dios, darle amor y escucharle. En la oración hay siempre un yo y un Tú. «Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor que ningún otro ser puede dar en su lugar.» (Catecismo 357)

Cuando te propones algo, lo que te has propuesto debe entusiasmarte, tienes que amar eso que te propones, tienes que tener pasión por aquello que haces. ¿Qué es lo que te debe entusiasmar de los actos de oración? No los actos en sí mismos, la rutina, sino la persona de Cristo, el deseo de conocerle, de estar a su lado y corresponder a su amor. Entonces haces tu meditación diaria por una convicción de fe y por el amor personal que tienes a Cristo. Si es así no sólo te limitarás a cumplir tu propósito, sino que buscarás tiempos de calidad para ello, buscarás crecer, hacerlo mejor cada día.

Al hacer tus actos de oración sabes que estás siendo mejor persona, mejor hijo, que estás siendo aquello para lo que fuiste hecho y eso es algo que entusiasma y llena de sentido: «La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador.» [GS 19,1]

En lo personal preferiría evitar el término «compromisos» de vida espiritual, para evitar el error de cumplir sólo por cumplir. Aún así, el problema no está en el nombre, sino en la actitud con que cada uno realiza cada acto de oración. Todo lo que ayude a renovar el sentido del encuentro con Jesucristo, es bienvenido y conviene fomentarlo.
Por eso agradezco mucho a las personas que antes de la misa me dicen: «Celebra esta misa como si fuera tu primera misa, tu única misa, tu última misa.»

2. Cuando esperas resultados inmediatos y no los obtienes.

Con frecuencia he recibido mensajes con este dato del bambú japonés que ilustra bien el punto que quiero tratar.

Cuando se siembra una semilla de bambú japonés, hay que regarla y abonarla constantemente. Durante los primeros meses, no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con lasemilla durante los siete primeros años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas estériles. Sin embargo durante el séptimo año, en un periodo de sólo seis semanas, la planta de bambú crece más de 30 metros.

¿Tarda sólo seis semanas en crecer?

No, en realidad, se toma siete años para crecer y seis semanas para desarrollarse. Durante los primeros años de aparente inactividad, este bambú genera un complejo sistema de raíces que le permiten sostener el crecimiento que vendrá después.
«Pongamos todos mucho interés en esta práctica de la oración, ya que por ella nos vienen todos los bienes. Si perseveramos en nuestra vocación, es gracias a la oración; si tenemos éxito en nuestras tareas, es gracias a la oración; si no caemos en el pecado, es gracias a la oración; si permanecemos en la caridad, si nos salvamos, todo es gracias a Dios y a la oración. Lo mismo que Dios no le niega nada a la oración, tampoco nos concede casi nada sin la oración». (San Vicente de Paúl)

Por tanto, ante estas dos dificultades, la respuesta a la pregunta ¿cómo perseverar en la oración? podría ser:

a) Cada vez que inicies tus oraciones dite a ti mismo y dile a Jesús que las haces con amor y por amor a Él. Y luego, cada vez pon todo el amor de que seas capaz.

b) Busca agradar a Jesús, no busques resultados inmediatos. Los frutos vendrán, pero se requiere mucha paciencia.


Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)

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