«Su discípula Gertrudis describe con expresiones intensas los últimos momentos de la vida de santa Matilde de Hackeborn, durísimos, pero iluminados por la presencia de la santísima Trinidad, del Señor, de la Virgen María y de todos los santos, incluso de su hermana de sangre Gertrudis. Cuando llegó la hora en que el Señor quiso llamarla a sí, ella le pidió poder vivir todavía en el sufrimiento por la salvación de las almas, y Jesús se complació con este ulterior signo de amor» (De la catequesis del Papa Benedicto XVI sobre Santa Matilde de Hackeborn, 2 de septiembre de 2012).
Cuando un amigo sufre
En mi artículo anterior, señalaba la estrecha amistad que Santa Gertrudis tenía con Santa Matilde. Una unión que iba más allá de la hermandad espiritual de compartir convento y que reforzaba profundamente su relación con Dios.
Piénsenlo un poco… Si reflexionamos en nuestra vida, seguramente podemos recordar momentos vividos con muy buenos amigos: alegres, hermosos; tristes, intensos. En todos ellos, la presencia solícita de nuestros seres queridos fue, seguramente, una compañía importante, una especie de baluarte seguro.
Ahora bien, yo siempre me he preguntado qué decir o hacer cuando un amigo mío sufre profundamente. Pienso en la muerte de un ser querido, en los momentos de depresión más fuerte, … ¿Qué se le puede decir? ¿Qué oración invitarle a hacer?
Quienes sufren, se sienten abstraídos de la realidad. C.S. Lewis, en su libro autobiográfico Un dolor observado, describe lo que él sentía tras la muerte de su esposa con estos términos: «En otros momentos, [el sufrimiento] se siente como si uno estuviese levemente borracho o conmocionado. Hay como una especie de manta invisible entre el mundo y yo. Me resulta muy difícil entender lo que alguien me dice. O tal vez querer entenderlo. Es algo tan poco interesante».
¿Qué hacer, pues, en estos momentos? Aquí me vino a la mente la imagen de Santa Gertrudis y Santa Matilde. La descripción hecha por el Papa Benedicto XVI hace entrever que Santa Gertrudis vivió con su gran amiga Matilde sus últimos pasos en esta tierra… pero que los vivió casi “de puntillas”. No le decía grandes discursos, no le invitaba a dejar de lado todo. Simplemente estaba a su lado y rezaba con y por ella. Y por lo que sabemos, esto ayudó mucho a la santa y le permitió unirse mejor a Dios.
Autor, P. Evaristo Sada L.C. (Síguelo en Facebook)
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