¿Cómo orar la vida?

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Orar la vida

Los laicos de nuestros días viven acelerados, de prisa, con cantidad de compromisos que con frecuencia no quieren, no les gustan, sometidos a rutinas diarias que ya resultan tediosas y monótonas, todo es no parar. Son generosos en darse, se entregan sin descanso, y muchas veces nadie les ofrece una palabra de reconocimiento ni de gratitud, a veces incluso terminan pensando que pierden el tiempo, con cierta sensación de sinsentido: tanto afán para qué será… Una vida así provoca estrés, cansancio, tal vez desazón y sensación de soledad.

Se preguntan ¿cómo mantener la unión con Dios en medio de una vida tan intensa? Tienen que andar en los quehaceres de Marta aunque quisieran ser un poco más como María (cfr Lc 10, 38-42) A veces sus pastores les invitan a un estilo de oración como el de un sacerdote o un alma consagrada y esto les provoca muchas frustraciones ¿Qué hacer? ¿Cómo afrontar las exigencias y condiciones de la vida laical y vivir en unión con Dios?

En cualquier sitio, en los acontecimientos más comunes de cada día, el Espíritu Santo se nos ofrece para que brote la oración. Para quien está todo el día ocupado en las múltiples responsabilidades de su vida estudiantil, laboral y familiar, es una necesidad y un gusto «impregnar de oración las humildes situaciones cotidianas» (CCE, 2660) Esto requiere formar un hábito, el hábito de caminar de la mano de Dios, de llevarlo a todas partes, de descubrir su presencia en todo y recordarlo con frecuencia.

Lo que queremos en definitiva es hacer la voluntad de Dios. Pero estando tan ocupados en tantas tareas aparentemente intrascendentes ¿podemos complacer a Dios? Servir y amar a Dios equivale a vivir según Su voluntad. Cumplir la voluntad de Dios no corresponde solo a las grandes desiciones y opciones de vida, sino que abarca también el quehacer cotidiano, donde el Espíritu nos modela pacientemente y nos santifica. Es en lo pequeño, en lo muy pequeño, donde el Artista divino embellece nuestras almas. Las grandes obras de arte no se pintaron a brocha gorda, sino a base de pinceladas maestras; no se esculpieron a golpes de martillo sino de cincel. Se trata de vivir cada día y cada momento presente como buen hijo de Dios, buen discípulo de Jesús y templo del Espíritu Santo.

No debemos de caer en el error de manejar en paralelo la oración y el resto de la jornada, como si se tratara de ocupaciones diversas e incluso divergentes. Es necesario armonizarlo todo, integrarlo, orar la vida. No se trata de hacer oración, sino de ser personas orantes, hombres y mujeres de Dios.

Para formar el hábito de orar la vida y para buscar la propia santificación haciendo la voluntad de Dios cada día, ayuda mucho el examen o balance del día.


Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)

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