Ascesis y oración (Tercera parte)

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Recordemos que la oración mental tiene un fin de santificación; es decir busca conducir a la criatura racional a vivir como hijo de Dios en Cristo y a hacer propia la mentalidad del Evangelio; nos pone sobre un plano sobrenatural. Y bien, en este nivel superior, es la acción animadora propia del Espíritu Santo que obra nuestra santificación: y, como el sol difunde su luz y calor cuando no encuentra obstáculos que le impidan la acción, así su gracia iluminará la mente, su calor inflamará el corazón en proporción a la pureza que intentamos cumplir en nuestra vida. Por tanto, el trabajo principal y necesario de la persona en la obra de la propia perfección será una ascesis de purificación , que deberá reemprender y actuar en cada día de la vida; por otra parte, el Espíritu Santo se hace cargo de ello.

Un encuentro personal e íntimo con Cristo

Como la oración es encuentro personal con Dios, necesitad una larga, paciente y dolorosa ascesis.

Para que el hombre penetre en el misterio de Dios, donde Él habita en una luz inaccesible (Plegaria Eucarística IV), necesita una purificación interior, como de una nueva creación que lo haga “hombre nuevo” (Ef 4,24; Col 3,10), le comunique una cierta connaturalidad con Dios, y le haga capaz de recibir a Dios que se le da en la oración.

Es indispensable mantener las distancias necesarias, renunciar al embotamiento del espíritu del mundo que no entiende las cosas de Dios, superar la pereza pusilánime del espíritu. Entonces la persona es introducida por el Espíritu Santo en la intimidad con Dios, y la oración obra maravillas de santidad.

Dice Santa Teresa: “Y como El no ha de forzar nuestra voluntad, toma lo que le damos, mas no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo”. Esta es la enseñanza del Maestro: “quien quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc 8, 34).

Puedes leer la primera parte siguiendo este link.

Puedes leer la segunda parte siguiendo este link.

Extracto del libro La oración


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