Primeramente, considera cuán breve sea esta vida, pues el más largo tiempo de ella es de setenta u ochenta años, porque todo lo demás, si algo queda, como dice el Profeta (Ps.89,10), es trabajo y dolor, y si de aquí se saca el tiempo de la niñez, que más es vida de bestias que de hombres, el que se gasta durmiendo, cuando no usamos de los sentidos ni de la razón (que nos hace hombres), hallaremos ser aún más breve de lo que parece. Y si sobre todo esto lo comparas con la eternidad de la vida venidera, apenas te parecerá un punto. Por donde verás cuán desvariados son los que por gozar de este soplo de vida tan breve se ponen a perder el descanso de aquella que para siempre ha de durar. Lo segundo, considera cuán incierta sea esta vida (que es otra miseria sobre la pasada), porque no basta ser de suyo tan breve como es, sino que ese poco que hay de vida no está seguro, sino dudoso. Porque ¿cuántos llegan a esos setenta u ochenta años que dijimos? ¿A cuántos se corta la tela en comenzándose a tejer? ¿Cuántos se van en flor, como dicen, o en agraz? No sabéis, dice el Salvador (Mc.13,35) cuándo vendrá vuestro Señor, si a la mañana, si al medio día, si a la media noche, si al canto del gallo. (Tratado de La Oracion Y Meditacion – Pedro de Alcantara)