A menudo parecía que mis fuerzas me querían abandonar. Más todavía, desesperaba por no ver la luz. Pero entonces, cuando mi corazón estaba sumido en el dolor, una estrella brillante despertaba en mi interior. Me conducía, yo la seguía, en un primer momento dudando, luego con toda seguridad.
Tenía que disimular lo que vivía en el más profundo hondón de mi alma; ahora lo puedo proclamar en voz alta: creo, confieso. Señor, ¿es posible que se pueda renacer a una vida nueva después de haber pasado ya la mitad de mis años? Tú lo dices, y en mí se ha verificado tu palabra. El peso de una larga vida de faltas y sufrimientos ha caído de mis hombros.
Ningún corazón es capaz de comprender lo que tú reservas para los que te aman. Ahora que te he alcanzado, ya no te dejaré. Sea cual sea el camino que tome mi vida, tú estás conmigo. Ya nada me podrá separar de tu amor.