En medio de estas bienhechoras consolaciones, iba echando de ver que los efectos de la oración aparecían bajo tres formas: en el espíritu, en los sentidos y en la inteligencia. En el espíritu, por ejemplo, la dulzura del amor de Dios, la tranquilidad interior, el arrobamiento del espíritu, la pureza de los pensamientos, el esplendor de la idea de Dios; en los sentidos, el agradable calor del corazón, la plenitud de dulzura en los miembros, el estremecimiento de gozo del corazón, la ligereza y vigor de la vida, la insensibilidad ante las enfermedades y el dolor; en la inteligencia, la iluminación de la razón, la comprensión de las Santas Escrituras, el conocimiento del lenguaje de la creación, el desapego de vanos cuidados, la conciencia de la suavidad de la vida interior, la certidumbre de la proximidad de Dios y de su amor por nosotros.(Relatos de un Peregrino Ruso)