Cuanto más se posee a Jesús, más se le desea

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Cuando más se posee a Jesús tanto más se le desea. Quien come ese divino manjar tiene más hambre y quien bebe ese vino generoso siente más sed. Cuando el alma vivía lejos de Dios cuando sus ojos no se habían abierto a la belleza infinita, ni su corazón se había estremecido por el divino contacto, yacía inmóvil en el letargo tristísimo de quien no ama. Pero le vieron sus ojos sobre la montaña de la luz, se conmovieron de amor sus entrañas y como ciervo herido busca afanosa el refrigerio de su ansia febril. ¿En dónde están las aguas frescas y cristalinas que curan las heridas del amor? ¡Si pudiera mirar al Amado en la clara luz de la contemplación perfecta! Si pudiera unirse con Él en abrazo inamisible. En la audacia de su deseo exclama con la ardiente Sulamita: ¡Bésame con el beso de tu boca! Mas la posesión debe comprarse con el precio del sudor y de la sangre. El trabajo y el sufrimiento son el único refrigerio del amor mientras llega el instante de la dicha cumplida. (El Espíritu Santo)