El Espíritu Santo actúa en nuestra libertad

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Comparamos al Espíritu Santo a un artista que infunde en la materia el ideal de su alma. Exacta es la comparación, pero imperfecta. La materia es inerte; el mármol no puede conocer la transformación que en él va a realizarse ni puede sospechar la forma artística de que va a ser revestido ni amar la belleza que va a recibir ni cooperar a la acción del estatuario, sino dejándose desgarrar y pulir. El alma, empero, sobre la cual trabaja el Artista divino, tiene conocimiento y amor; puede recibir de Dios la revelación de sus designios, puede amarlos con la fuerza increíble de amar que de Dios ha recibido y puede ser al mismo tiempo mármol y cincel, materia artística que se transforma en instrumento inteligente y libre en las manos de Dios. El alma sabe que va a ser Jesús y ama a ese Jesús que va a unirse con ella y de manera inefable, y no solamente se deja desgarrar y pulir por el cincel del Espíritu Santo, sino que ella misma se despoja de cuanto puede impedir su divina transformación y pone a disposición del Artista su amor y libre voluntad de inmolación. (El Espíritu Santo)