“Los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?». Él le dijo: «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas»” (M 22, 34-40).
COMENTARIO
En griego hay al menos tres verbos diferentes que expresan la acción de amar, aunque en castellano se traduzcan normalmente de la misma manera. Así, por ejemplo, para decir que una persona siente atracción por otra, o que dos personas mantienen una relación de amistad, en castellano se describe igualmente con el verbo amar, pero en griego cabria distinguir entre la atracción afectiva erótica y la relación de amistad con verbos diferentes.
Hay una limitación del lenguaje para expresar matices importantes en las relaciones humanas; por ejemplo, cuando Jesús afirma en el Evangelio que el mandamiento principal es amar al Señor y a su vez el segundo, semejante al primero, amar al prójimo, no solo se constata que usa el mismo verbo, sino que el evangelista emplea aquel que expresa la mayor calidad de amor (ἀγαπήσεις, del verbo agapao).
Jesús, al responder a la pregunta del fariseo, iguala la relación que debemos tener con Dios y la relación con el prójimo, pues en los dos casos no solo usa el mismo verbo, sino que escoge el de mayor generosidad, que es amar por amor. El papa Francisco cita en su última encíclica el texto: «Porque el que no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios, al que no ve » (1 Jn 4,20).
Vivimos momentos difíciles, en los que las ideologías sectarias, la confrontación política y las diferencias sociales llevan al enfrentamiento. El Papa reconoce estas circunstancias cuando afirma: “Por supuesto, “no es tarea fácil superar el amargo legado de injusticia, hostilidad y desconfianza que dejó el conflicto. Sólo se puede conseguir superando el mal con el bien (cf. Rm 12,21) y cultivando aquellas virtudes que promueven la reconciliación, la solidaridad y la paz.”
¡Ojalá la dificultad haga surgir lo más noble de nosotros mismos! Y que podamos responder como dice el canto: “Donde no hay amor, pon amor y recibirás amor.” Una fuente de amor es saberse amado de Dios, y en este caso, dirá Santa Teresa: “Amor saca amor” (V 22, 14).
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web) El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet y redes sociales, siempre y cuando se cite su autor y fuente original: www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro.