Meditación del Domingo de la Sagrada Familia
Revestidos del Señor
«Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro.
El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada» (Col 3, 12-14).
Recepción de la Palabra
San Pablo no emplea las palabras como relleno literario; cada una de las expresiones contiene un significado profundo, y a la vez son consejos prácticos para la convivencia familiar, comunitaria o social. Como expresión de plenitud evoca siete actitudes, número perfecto, que despliegan la que es condición fundamental en la mutua pertenencia, tanto familiar, como comunitaria: el amor.
La túnica con la que podemos revestirnos nosotros, que ya somos humanos, simboliza que debemos hacerlo con los sentimientos del Hijo de María, para que tengamos el modelo alcanzable, y la emulación justa.
La liturgia escoge la lectura paulina el día que nos invita a celebrar la Sagrada Familia de Nazaret, icono emblemático de relaciones humanas, donde Dios mismo quiso hacerse miembro de aquel hogar.
Hemos celebrado que el Verbo de Dios se ha revestido de nuestra carne, y desde su naturaleza humana, ahora nos ofrece la enseñanza de cómo convivir, tomando la tomando como ejemplo su vida de hombre. Si algo destaca de la familia sagrada es la sencillez, discreción, laboriosidad…
La familia sigue siendo la institución más valorada. La familia en estos momentos recios es la estructura solidaria que evita la quiebra de la sociedad. La familia es la referencia más estabilizadora. Es día de explicitar el amor a los nuestros, a la vez que, como dice el papa Francisco, es día de tener especial consideración con los ancianos y con los niños; nos hace avanzar la referencia a la sabiduría de los mayores, y a la esperanza de los más pequeños.
Es un verdadero privilegio tener una casa habitada por el amor familiar, saber que en ella hay siempre alguien que te espera, te perdona, intuye tu necesidad, te acompaña, reza por ti, te ofrece el espacio de la mayor intimidad.
El recuerdo de Jesús, María y José en Nazaret es un motivo de bendición para todos los que desean tener un referente en su convivencia.
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)
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