EVANGELIO:
“Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios” (Lc 24, 50-53).
COMENTARIO
El Evangelio de Lucas termina con el relato de la Ascensión de Jesús a los cielos, desde la proximidad de Betania. Si tenemos en cuenta lo que describe el mismo autor en el libro de Los Hechos de los Apóstoles – “Entonces se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado”-, el lugar de la Ascensión se sitúa sobre la cima del Monte de los Olivos.
Para mí, la geografía en el Evangelio es teología, y no es indiferente que Jesús termine su curso terreno sobre el monte en cuya falda ha sufrido la tentación, la infidelidad, y la traición. Parece entera profecía lo que canta el salmista: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y haré a tus enemigos estrado de tus pies” (Sal 109).
San Pablo, no sé si inspirado en este pasaje, canta el himno cristológico, que la Iglesia entona en las Vísperas de los domingos: “Cristo Jesús se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 5.8-11).
Si Dios se reveló a Moisés en lo alto del Monte Sinaí, para asegurarle que lo acompañaría a través del desierto; si Jesús subió al monte y se sentó, cuando multiplicó los cinco panes, y reivindicó la provisión del maná a los israelitas; el que ascienda desde lo alto del Monte de los Olivos, que Mateo identifica como el monte de Galilea, donde el Señor les prometió a los discípulos: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”; si Galilea es la referencia pascual donde experimentar al Resucitado. La Ascensión del Señor sobre el monte, ¿significa que no se va, sino que se queda, que desaparece de nuestros ojos pero permanece en el interior del corazón? (Mt 28, 20).
CUESTIÓN:
¿Vives la presencia de Jesucristo en tu interior?
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)
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