La incertidumbre con nuestro porvenir eterno es querida por Dios para conservarnos en humilde desconfianza de nosotros mismos y en celo siempre vigilante.
La incertidumbre con nuestro porvenir eterno es querida por Dios para conservarnos en humilde desconfianza de nosotros mismos y en celo siempre vigilante.