El amor me ha explicado todas las cosas

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El amor: un camino seguro para crecer en mi oración

Esta frase, de una de las obras poéticas de San Juan Pablo II, nos puede ayudar a reflexionar sobre la oración y el aprendijaze del amor: “El amor me ha explicado todas las cosas. El amor ha resuelto todo para mí. Por eso admiro el amor, allí donde se encuentre” (Canto al Dios escondido). Parecería que el amor es algo espontáneo, que no hay que aprenderlo, porque es natural para el hombre, creado para amar. Y es verdad que hay algo de espontáneo en el amor. Existe en nosotros  una tendencia de nuestro ser para dejarnos subyugar por el amor. Pero por otro lado el amor requiere todo un aprendizaje, comporta un camino, un camino que hay que recorrer, un camino por el que hay que aprender a caminar.

La estrecha relación que existe entre oración y la pedagogía del amor nos ayuda a considerar la oración como un instrumento poderoso para aprender aquello que es esencial en la vida cristiana, que es el amor total a Dios, a quien se nos pide amar con todo nuestro corazón, nuestra alma, nuestro ser; así como el amor al prójimo. Porque es en la oración donde, de modo especial, aunque no único, el hombre se deja interpelar por el amor y aprende a responder al amor con amor.

La frase de San Juan Pablo II habla de “explicar” todas las cosas. Con mucha frecuencia buscamos explicaciones de hechos de vida, personales, institucionales, eclesiales, comunitarios, que no entendemos bien. Queremos dar una explicación al comportamiento de otras personas e incluso a nuestro proprio comportamiento. Y no siempre logramos encontrar explicaciones racionales, que nos dejan insatisfechos. La oración nos ayuda a penetrar la realidad con otra lógica, la lógica del amor; la lógica del amor divino que es capaz de romper todos nuestros esquemas. Sus pensamientos distan mucho de los nuestros (Cf. Is 55, 9).

La lógica divina nos la enseña la oración; esa oración constante, luchada, humilde, serena, donde el hombre ante todo se deja inundar por el amor de Dios inmerecido, a veces abrumador, que llega con tal fuerza que hasta se tiene miedo de su fuerza o se duda de su veracidad.

No temanos ir a la oración a dejar que el Maestro nos explique, con el lenguaje del amor, tantos secretos de la vida, que para nosotros son ocultos. Pongámonos a los pies del Señor, en actitud adorante y de discípulos, para quedarnos admirados de lo que dice, con sus palabras que nos enardecen el corazón, que llegan hasta lo más hondo del alma, que nos transforman y dan a nuestra vida una nueva dimensión.

La celebración de la fiesta litúrgica del Sagrado Corazón de Jesús, junto a las revelaciones privadas recibidas por Santa Margarita María de Alacoque, nos enseñan a dejarnos invadir por la lógica de un amor inesperado y sobreabundante, que va mucho más allá de nuestras expectativas, que sólo pide abrir nuestro corazón, tantas veces duro y cerrado, a la llamada de ese Corazón que tanto nos ama, nos ha amado y nos amará. “Por eso admiro el amor allí donde se encuentre”, y el amor verdadero se encuentra en el Corazón de Cristo: admiremos, amemos, reparemos, dejemos que el amor nos explique todas las cosas.