Tengo un amigo que hace su meditación diaria en el coche camino al trabajo. Me preguntó si estaba bien hacerla así. Le respondí con otra pregunta: ¿Logras el objetivo?
Me respondió: “Para ser franco: no. Es una forma de cumplir mi propósito de meditar 15 minutos cada día, pero reconozco que de hecho no son 15 minutos de encuentro con Cristo.”
Hay lugares para cada cosa
El lugar para trabajar es la oficina, el lugar para jugar es el campo deportivo, el lugar para cocinar es la cocina… Cuando vamos a encender una fogata buscamos tres cosas: la leña, el lugar para encenderla y el fuego. El lugar debe ser adecuado: que haya un espacio despejado y que no sople viento fuerte. Lo mismo vale para hacer oración: el lugar debe ser apto.
Los evangelios dejan constancia de que Jesucristo tenía sus lugares y tiempos preferidos para orar: la montaña, apartado de la gente, el huerto, el desierto, la noche…
El lugar del encuentro es el corazón
Lo primero que hay que dejar bien asentado es que el encuentro con Dios en la oración se lleva a cabo en la intimidad del propio corazón y no en un espacio físico.
“El corazón es la morada donde yo estoy, o donde yo habito (según la expresión semítica o bíblica: donde yo «me adentro»). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por la de nadie; sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo. Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que a imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza.” (Catecismo 2563)
El Espíritu sopla donde quiere (cf. Jn 3, 8) y “Llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” (Jn 4, 23) Por lo demás, Cristo Resucitado está en todas partes, no hace falta “ir a un lugar” para encontrarlo.
Rincón de oración
Dicho esto hay que aceptar que vivimos divididos, distraídos, solicitados por cantidad de estímulos que nos vienen de los sentidos exteriores e interiores (memoria, imaginación…)
Para orar bien necesitamos un centro interior sólido que dé unidad a todas nuestras facultades y que oriente toda nuestra atención hacia Cristo. Estar en la presencia de Dios es estar presente a sí mismo y presente ante Cristo. Y para fijar la mirada en Cristo ayudan los espacios físicos que favorecen la calma exterior e interior.
Por eso Jesucristo nos recomienda: “Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.” (Mt 6, 6)
“La elección de un lugar favorable no es indiferente para la verdad de la oración: – para la oración personal, el lugar favorable puede ser un «rincón de oración», con las Sagradas Escrituras e imágenes, a fin de estar «en lo secreto» ante nuestro Padre. En una familia cristiana este tipo de pequeño oratorio favorece la oración en común.” (Catecismo 2691)
El recogimiento es necesario para orar
Recoger significa unir o estar unido. Así hablamos de recoger los platos, recoger las hojas en otoño, recoger manzanas. En la oración es necesario recoger las facultades y centrarlas en Cristo, como una lupa que concentra la fuerza de los rayos del sol.
En la oración entra toda la persona. Recuerdo un canto popular sevillano estupendo que dice: “Yo no quiero ni pensar que un día se enfade mi Virgen del Rocío, si no le rezas la salve con todos los cinco sentidos.”
Del recogimiento depende todo, o casi todo. Quien ha logrado el hábito del silencio interior y con el tiempo ha adquirido una gran capacidad de interiorización y de actuar fácilmente la presencia de Dios, puede hacer meditación en cualquier lugar y circunstancia. Pero aún estas personas, por más avanzadas que estén, no pueden olvidar que tienen un cuerpo, que los sentidos se ven bombardeados de estímulos, y por ello deben ayudarse para que todo el entorno contribuya a una mejor meditación.
Sugerencias prácticas para elegir el mejor lugar para la meditación diaria
- Que favorezca la intimidad. Ayudan las cavidades con poca luz. Por eso la mayoría de las personas eligen un rincón recogido de su casa, un oratorio o ermita. Es mejor la luz cálida de poca intensidad, la luz indirecta, el reflejo de una llama (veladora o lámpara de aceite). Jesús prefería orar cuando estaba oscuro, durante la noche.
- Buscar un lugar pacífico, silencioso y privado, apartado de la calle, de la música, de personas conversando o que puedan venir a interrumpir. Hay sonidos que no sólo no distraen sino que pueden ayudar, como el agua (una fuente o un riachuelo), el canto de los pájaros, la brisa.
- Que haya orden y limpieza. La mesa ordenada, la ropa y los libros recogidos, todo en su lugar.
- Lejos de cosas que distraigan: el periódico, revistas, computadora, alarmas del teléfono, televisión, ventanas que dan a la acera, personas en movimiento, etc. En este sentido, ayuda hacer la meditación en el mismo lugar todos los días, pues al conocer y dominar el entorno hay menos distracciones.
- Ayudarse de aquello que favorezca el recogimiento de la vista, como tener delante una imagen religiosa o un símbolo: un icono, un crucifijo, el misterio de Belén, una imagen de la Virgen María, una Biblia, un cirio encendido… (cfr Catecismo 1192). O cerrar los ojos.
- Y si a todo esto se une la presencia de Cristo Eucaristía, es un lugar ideal.
Si donde haces tu oración está lejos de parecerse a esta descripción, mejora lo que puedas mejorar. Si las condiciones no son perfectas, tal vez pueden ser mejores. A veces basta un cambio de horario para estar más tranquilo, o un cambio de habitación, o armar tu propio rincón de oración para facilitar el logro del objetivo de tu meditación: el encuentro personal con Cristo, escucharlo, amarlo.
Actitudes más que técnicas
Como hemos repetido varias veces, la actitud es determinante, no las técnicas ni los recursos exteriores. En este caso la actitud fundamental es la búsqueda de intimidad, el anhelo de ir al encuentro, la voluntad de focalizar toda la persona en Cristo y el trabajo permanente por cultivar el hábito del silencio interior.
Si quieres, te invito a compartir a continuación tu experiencia de lo que te ayuda o no te ayuda.
Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)
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