La oración de alabanza

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«Nosotros sabemos rezar muy bien cuando pedimos cosas, también cuando damos las gracias al Señor, pero la oración de alabanza es un poco más difícil para nosotros: no es tan habitual alabar al Señor. Y esto lo podemos sentir mejor cuando hacemos memoria de las cosas que el Señor ha hecho en nuestra vida: ‘En Él -en Cristo- nos ha elegido antes de la creación del mundo’. ¡Bendito seas Señor, porque tú me has elegido! Es la alegría de una cercanía paterna y tierna».

«No se puede entender y tampoco se puede imaginar: que el Señor me haya conocido antes de la creación del mundo, que mi nombre estaba en el corazón del Señor. ¡Esta es la verdad! ¡Esta es la revelación! Si nosotros no creemos esto no somos cristianos ¡eh! También este pensamiento llena de alegría nuestro corazón: ¡yo soy elegido! Y nos da seguridad».

«Nuestro nombre está en el corazón de Dios, precisamente en las entrañas de Dios, como el niño está dentro de su madre. Esta es nuestra alegría de ser elegidos».

«No se puede entender sólo con la cabeza. Ni sólo con el corazón. Para entender esto debemos entrar en el Misterio de Jesucristo. El Misterio de su Hijo amado: ‘Él ha derramado su sangre en abundancia por nosotros, con toda sabiduría e inteligencia, haciéndonos conocer el misterio de su voluntad’. Y esta es una tercera actitud: entrar en el Misterio».

«cuando nosotros celebramos la Eucaristía, entramos en este Misterio, que no se puede entender totalmente: el Señor está vivo, está con nosotros, aquí, en su gloria, en su plenitud y dona otra vez su vida por nosotros. Esta actitud de entrar en el Misterio debemos aprenderlo cada día. El cristiano es una mujer, es un hombre, que se esfuerza para entrar en el Misterio. El Misterio no se puede controlar: es el Misterio. Yo entro».

«La oración de alabanza es alegría, memoria, misterio».

Homilía Santa Marta 16 Octubre 2014