Domingo de la Divina Misericordia

1991

Texto profético: “Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron” (Is 53, 5).

Texto evangélico: “Uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua” (Jn 19, 34). “Dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». (Jn 20, 27-28).

Texto patrístico: “Este madero, en el que el Señor, cual valiente luchador en el combate, fue herido en sus divinas manos, pies y costados, curó las huellas del pecado y las heridas que el pernicioso dragón había infligido a nuestra naturaleza” (San Teodoro Estudita).

Texto místico: Aparecióme como otras veces y comenzóme a mostrar la llaga de la mano izquierda, y con la otra sacaba un clavo grande que en ella tenía metido. Parecíame que a vuelta del clavo sacaba la carne. Veíase bien el gran dolor, que me lastimaba mucho, y díjome que quien aquello había pasado por mí, que no dudase sino que mejor haría lo que le pidiese” (Vida 39). “Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía».” (Vida 35).

CONSIDERACIÓN

Hoy es el día octavo, el día cristiano por excelencia, la pascua semanal, profecía del último día, el día pleno, colmado de luz, de compasión y de misericordia.

Por este día, siempre es posible el retorno de toda increencia, escepticismo, desánimo, alejamiento o decepción…

Sorprendentemente, Jesús nos demuestra que las heridas son testigos de resurrección, y al compartirlas, confiere a las nuestras la dimensión profética.

Lo que puede parecer desgracia, se convierte en título de compasión, en mano alargada que rescata de cualquier exilio.

Es día de dejarnos curar en las heridas del Resucitado, a la vez que de transfigurar nuestros posibles dolores en posibilidad de acompañar a los que pueden padecer sin esperanza.

Es día de bienaventuranza, de dar fe, aun sin ver, porque nada queda fuera de la misericordia divina.

El Resucitado sale a nuestro camino de forma solidaria y convierte nuestras dolencias en capacidad de caminar junto a cuantos desengañados o escépticos encontremos a nuestro paso.


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