Nuestra débil condición

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San Francisco de Sales. Igual que otros eminentes doctores y otros sabios lúcidos, el bienaventurado Obispo siempre se enternecía a la vista de las flaquezas del hombre. «Miseria humana, miseria humana —repetía—, ¡hasta qué punto estamos rodeados de debilidades!… ¿Qué se puede esperar de nosotros, sino caídas?» Todas sus palabras y todos sus escritos muestran que desde la cumbre de la santidad a que había llegado veía con especial claridad, sondeando con mirada profunda el abismo de miserias y de flaquezas que el pecado original había cavado en nosotros. Su espíritu abierto no lo olvidaba, al tratar a las almas que acudían a su dirección espiritual, y no se cansaba de recordarles su condición frágil. «Vivís —escribía a una señora— con mil imperfecciones, según me decís. Es verdad, hermana mía; pero ¿no tratáis sin descanso hacerlas morir? Es cosa cierta que, mientras vivimos oprimidos por este cuerpo tan pesado y corruptible, siempre habrá en nosotros algo que vacile.» (José Tissot, El arte de aprovechar nuestras faltas)