La ternura de Dios se mueve ante nuestras lágrimas

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Acuérdate que, si tú has de ser paraíso abreviado del Señor (Gen 2,8-10), has menester que del lugar de tus deleites, que es Dios, salga el río de las lágrimas, no teniendo en deseo a otra cosa sino a solo Él; el cual debes comprar por lágrimas derramadas por sólo su amor, que es la verdadera gracia que nuestra letra te amonesta que demandes con las armas de las lágrimas. La ira arma las manos contra el enemigo, y la humildad arma los ojos de lágrimas contra Dios, que es tan tierno que se queja ser herido con el mirar de los ojos (Cant 4,9), mayormente si los ve todos bañados en lágrimas por solo Él.

Tercer abecedario espiritual