Cuando veas que está sobre el altar el cuerpo de Cristo, di a ti mismo: por este cuerpo no soy ya en adelante tierra y ceniza; ya no soy cautivo sino libre; por este cuerpo, espero los cielos y estoy seguro de que obtendré los bienes que hay en ellos: la vida inmortal, la suerte de los apóstoles, la conversación con Cristo.
Éste es aquel cuerpo que fue ensangrentado, traspasado con lanza y que manó fuentes saludables, la de la sangre, la del agua para toda la tierra… Este cuerpo se nos dio para que lo tuviéramos y comiéramos, lo cual fue de amor intenso.