Cuando oraba en lo más profundo de mi corazón, todas las cosas que me rodeaban aparecíanme bajo un aspecto encantador: árboles, hierbas, aves, tierra, aire, luz, todas parecían decirme que existen para el hombre y que dan testimonio del amor de Dios por el hombre; todas oraban, todas cantaban la gloria de Dios. Así llegué a comprender aquello que la Filocalía llama «el conocimiento del lenguaje de la creación», y veía cómo es posible conversar con las criaturas de Dios.(Relatos de un Peregrino Ruso)