Señor.
Toma mi silencio como la invocación a tu Providencia.
Eres Tú, y no yo, quien habrá de dar explicaciones.
Que mi silencio sea tu grito de amor a los hombres,
huracán que silencie los gemidos de este mundo exigente,
consuelo a tu corazón paternal.
Que mis lágrimas sean bálsamo a tus heridas,
torrente que arrastre los pecados de tu pueblo,
brisa para las almas afligidas,
lluvia para los corazones en sequía.
En mí se ha de cumplir tu promesa,
que pueda ser tierra de encuentro
entre la humanidad y la divinidad.
Ayúdame a estorbar lo menos posible,
a callar para obligarte a hablar.
Enséñame a confiar para obligarte a actuar.
En mí has puesto Tu mirada,
en ti yo he puesto mi confianza.
Confío en Ti, Señor. Espero en Ti.
No me abandones Señor, no me abandones.