Niña de Dios

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Niña de Dios, por nuestro bien nacida;

tierna, pero, tan fuerte, que la frente,

en soberbia maldad endurecida,

quebrantásteis de la infernal serpiente;

brinco de Dios, de nuestra muerte vida,

pues vos fuisteis el medio conveniente

que redujo a pacífica concordia

de Dios y el hombre la mortal discordia.

Creced, hermosa planta, y dad el fruto

presto en sazón, por quien el alma espera

cambiar en ropa rozagante el luto

que la gran culpa la vistió primera.

De aquel inmenso y general tributo,

la paga conveniente y verdadera

en vos se ha de fraguar: creced, Señora,

que sois universal remediadora.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,

por los siglos de los siglos. Amén.