“Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Mt 3, 1.11).
COMENTARIO
Segundo domingo de Adviento. La voz del Precursor nos llama a la conversión, al encuentro con la Palabra en el desierto. Sal de la ciudad amurallada, de tu propia soledad defendida con ensimismamientos narcisistas. Sal, ponte a la intemperie, donde el viento del Espíritu te traiga la moción de la llamada regeneradora. No te enfeudes en argumentos crónicos que te conducen al subjetivismo fundamentalista. Hoy sigue teniendo la misma fuerza aquella voz que resonó junto al río Jordán e identificó a quien venía como Hijo amado de Dios, a quien esperamos a cuerpo descubierto.
EL DESIERTO
El desierto es el lugar de la Palabra, del pan del cielo, del agua de la roca. Pero también es el lugar de la tentación, de la infidelidad o del acrisolamiento de la fe, de lucha y de la victoria. El desierto del corazón petrificado se convierte, gracias a la Palabra, en carne compasiva y misericordiosa. Ámbito de soledad enamorada, donde se busca la estancia más íntima, que arranca la declaración que puede identificarnos: “Señor, Tú eres mi Dios”. Se debe permanecer en una actitud sin defensa, de tú a tú, ante quien desea ser la relación más transformadora e íntima, que puede llegar a ser de amor fundante.
PROPUESTA
¿Te has puesto ya en camino, en la dirección de un cambio de actitud, de la renovación de la mente y del corazón?
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web) El contenido de este artículo puede ser reproducido total o parcialmente en internet y redes sociales, siempre y cuando se cite su autor y fuente original: www.la-oracion.com y no se haga con fines de lucro