“Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto»” (Jn 20, 24-29).
Comentario
El día cristiano por excelencia es el octavo, no solo porque a los ocho días acontece la experiencia y confesión de fe del discípulo Tomás quien, rendido, exclama: “Señor mío y Dios mío”, sino porque es el día definitivo de la creación. La Liturgia, al celebrar la octava de Pascua, nos invita a vivir el día pleno, en el que se nos revela el destino glorioso de la humanidad. Por este día se iluminan todas las heridas, se supera la incredulidad, se vivencia el acompañamiento del Resucitado, se afianza la fe más allá de palpar y de ver.
Imagen – Las Heridas
Se escribe mucho sobre la generación actual como generación herida. Todos estamos ungidos con el dolor de la guerra, de la pandemia, del empobrecimiento, de la inestabilidad emocional. Muchos sufren tristeza, desesperanza o incredulidad por pérdida del sentido de la vida, que se vive sin trascendencia.
La cultura presentista halaga los sentidos, y queda en la conciencia, en tantos momentos, el escepticismo por lo que no dan las cosas, ni las relaciones personales. Y justamente en esas circunstancias, el Resucitado nos ofrece la posibilidad de descubrir un sentido mayor de la existencia, desde la certeza de que nada se pierde que nos da la fe. Ningún dolor queda estéril: “Ven, y pon tus manos en las heridas de Cristo”, y recuperarás la esperanza.
Propuesta
“Trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”
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