Act 2, 14a. 36-41; Sal 22; 1Pe 2, 20b-25; Jn 10, 1-10
IV Domingo de Pascua – Llamadas
«La promesa vale para vosotros y para vuestros hijos y, además, para todos los que llame el Señor Dios nuestro, aunque estén lejos. (Act 2, 39)
«Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.» (Sal 22)
Andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas (1Pe 2, 25).
«El que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz» (Jn 10, 1-4).
Amados
No somos los cristianos personas fanáticas que por defender la vida, defendamos principios morales intransigentes. Ni estamos aferrados a ideologías que se puedan juzgar como fundamentalistas porque creamos en la existencia de Dios, y en la presencia viva de Jesús resucitado.
Ser cristiano es un don, un privilegio que tenemos por habernos encontrado con la persona de Jesús, quien ha vencido a la muerte, y ha demostrado que sus palabras son verdad.
Jesucristo es el Buen Pastor, el amigo fiel, que viene a nuestro lado y que tomó la imagen de pastor bueno para que se quedara en nuestra memoria su identidad entrañable. No nos dejó el recuerdo del pastor asalariado, sino del que es capaz de dar la vida por sus ovejas.
Los textos que hoy proclama la Liturgia dejan sentir en el alma una suave brisa. Son palabras consoladoras, aun en los momentos más oscuros, aun por los caminos más ásperos o tortuosos. Jesús sale en búsqueda de todos, por descarriados que estén.
Da fe a las palabras del salmista, quien reza lleno de confianza: «El Señor es mi Pastor, nada me falta«. He comprendido un texto emblemático de Pascua descrito en paralelo con el salmo 22. Si se lee el pasaje de Jn 21, desde la experiencia del salmista, se descubre que Jesús aparece a las orillas del Lago de Galilea como Buen Pastor, que prepara a sus discípulos, después de una noche fatigosa, el almuerzo y la mesa espléndida.
Hoy es la Jornada Mundial de oración por las vocaciones de especial consagración. La vocación solo es posible acogerla si se descubre quién pronuncia nuestro nombre. «No me habéis elegido vosotros a mi, soy yo quien os he elegido a vosotros.» (Jn 15, 16).
Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)
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