Meditación: San José

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San Agustín: un corazón inquieto en busca de la Verdad

IV DOMINGO DE ADVIENTO – PALABRAS DE ESPERANZA  (Is 7, 10-14; Sal 23; Rom 1, 1-7; Mt 1, 18-24)

José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: -«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.» (Mt 1, 19-21)

Recepción de la Palabra

Estamos en el último domingo del tiempo de Adviento, muy próximos a la celebración de la Navidad. Si hay un personaje protagonista en el Misterio del Nacimiento de Jesús, es el hombre que va a asumir las veces de padre.

En muy pocas líneas, el evangelista da a entender la prueba de fe que sufrió José, el esposo de María, cuando percibió la futura maternidad de su prometida. Aunque el autor sagrado narra la especial moción interior que acompañó en aquella hora al varón justo, seguro que no dejó de vivir momentos de intensa soledad y sufrimiento.

El tiempo que transcurrió desde que San José fue consciente de los hechos hasta que decidió retirarse y repudiar en secreto a María, debió de ser terrible en el corazón de quien temía a Dios y amaba a la joven nazarena.
La reacción respetuosa de San José ante los acontecimientos, dio posibilidad a que socialmente todo aconteciera con normalidad, y no se difundiera en aquella hora la sospecha sobre María.

Tengo para mí que tanto el silencio de José como el de María, son una lección ante circunstancias que no conocemos, que parecen evidentes, y que sin embargo, podemos valorar equivocadamente.

Más que nunca se demuestra que el silencio hizo posible la Palabra. La actitud del desposado con María de Nazaret, nos demuestra la calidad de su persona, su sensibilidad, discreción, prudencia, y verdadero cariño por la que estaba comprometida con él para ser su mujer.

San José se ha convertido en modelo de protector. Dios se fió de él para que cuidara a las personas más sagradas de la historia. Es por antonomasia el Custodio. El papa Francisco, que inició su pontificado el día 19 de marzo, nos presenta a san José como ejemplo para la misión que cada uno podemos tener de custodiar a todas las personas a nuestro cargo, sobre todo a las más débiles, y a nosotros mismos.

Podemos pedir la intercesión del santo patriarca en favor de nuestras familias. A él, que supo actuar con amor y respeto, pedirle que las custodie de todo mal, especialmente en el amor mutuo.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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