Meditación: orar para creer, orar para vivir

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Oración implorando perdón

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, «C»   (Habc 1, 2-3; 2, 2-4; Sal 94; 2 Tim 1, 6-8. 13-14; Lc 17, 5-10)

Lecturas

La visión espera su momento, se acerca su término y no fallará; si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse. El injusto tiene el alma hinchada, pero el justo vivirá por su fe (Habc 2, 2-4).

«Reaviva el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos» (2 Tim 1, 6).

«En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: -«Auméntanos la fe.»
El Señor contestó: -«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar» (Lc 17, 5-6).

Contemplación

Estamos a principios de curso, es momento de hacer o de llevar a la práctica proyectos pastorales. Quedan pocas semanas para que el Papa clausure el Año de la Fe. La Palabra Dios que se proclama este domingo resalta que la fe es necesaria para mantenerse fuerte en la espera y para hacernos capaces de alcanzar los deseos.

Cada día nos llegan noticias esperanzadoras del papa Francisco, peregrino de los lugares del poverello de Asís, heraldo de la paz. Una brisa suave se extiende por toda la Iglesia: se nos convoca a la esperanza.

A todos los cristianos se nos han impuesto las manos en el bautismo, y el don de la fe. La llamada de San Pablo, aunque en su carta a Timoteo se refiere al ministerio ordenado, cabe interpretar que también se refiere a que reavivemos el carisma precioso de la fe.

Las palabras de Jesús nos aseguran que con la fe moveríamos montañas, y el profeta afirma la vitalidad que asiste al creyente.

Pero ¿qué es la fe? Demasiadas veces la reducimos a confesar una serie de verdades, a practicar unas normas, a pertenecer a algún grupo o movimiento. La fe cristiana es un verdadero acontecimiento personal, por la certeza que se nos queda en el corazón de habernos encontrado con Jesucristo. Por esta experiencia surge nuestra necesidad de acudir a los hermanos, de compartir el don. La fe no se puede vivir en solitario.

Quizá, más que nunca, debamos unirnos al ruego de los apóstoles a Jesús: -«Auméntanos la fe». Los dones se acrecientan ejercitándolos. La experiencia de la fe se acrecienta fiándose de la Palabra, dando crédito a la Palabra, respirando el don precioso a través de la oración.

La oración es la respiración de la fe, porque es donde crecemos en el conocimiento de la persona de Jesús. Hay que orar para creer y orar para vivir.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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