Meditación: Misericordia, Dios mio, por tu bondad

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Volveré adonde está mi Padre

XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO  (Ex 32, 7-11. 13-14, Sal 50; 1Tm 1, 12-17; Lc 15, 1-32)

Lecturas

«Moisés suplicó al Señor, su Dios: -«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos…» (Ex)

«Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado» (Sal)

«Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio» (1Tm).

«¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido.» «¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido.» (Lc)

Contemplación

Hay fechas que no se pueden olvidar, y menos si la Providencia te deja gustar el acompañamiento de la Palabra.  El 14 de septiembre de 1969 fui ordenado sacerdote, y el día 15 dije mi primera misa, fecha que coincidía con el cumpleaños de mi padre y el santo de mi madre. ¡Cómo no sentir estremecimiento al leer hoy: «Nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio»!

La vocación del presbítero, y de los cristianos como pueblo sacerdotal, es como la de Moisés: interceder por el pueblo, para que Dios tenga siempre misericordia. Los sacerdotes, además, somos mediación sacramental necesaria para el perdón de los pecados. Haciéndome eco de una expresión agustiniana, me siento necesitado de perdón, a la vez que he sido puesto al frente de la comunidad para perdonar y buscar entrañablemente a quienes necesitan ungir sus heridas de aceite samaritano.

Jesús ha querido unir dos modos de buscar, el del pastor, y el de la mujer, para decirnos que Él nos busca con amor de padre y de madre, amor entrañable, y siente el gozo incontenible cuando alguien extraviado vuelve a Él.

Me impresiona contemplar hasta qué extremo llega el amor de Dios en la parábola del «hijo pródigo», cuando dice que el padre manda revestir al hijo que vuelve con un vestido de fiesta, vestido que corresponde a personajes sagrados. Dios no solo nos perdona cuando volvemos a Él, sino que nos constituye en hijos amados.

Hoy pido a Dios por todos vosotros, y con la imagen del Lignum Crucis, de Santo Toribio de Liébana, pido a Dios que os deje gustar su abrazo y su perdón.

Pedid también a Dios por mí, para que le sea y os sea fiel.


Agradecemos esta meditación a Don Ángel Moreno de la Fuente (consulta aquí su página web)

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