Meditación: El don de la sabiduría

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Meditación: El don de la sabiduría

XXXII Domingo del tiempo ordinario

Meditación

Estamos llegando al final del Año Litúrgico. Las lecturas de este domingo nos proponen evaluar, de alguna manera, cómo nos preparamos para la venida del Señor, para la que cada ser humano debe estar dispuesto.

La Palabra aconseja equiparse con la sabiduría, que en el evangelio aparece en forma de aceite en la lámpara, y con la reserva suficiente para superar la noche y la posible tardanza del Señor. «Las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas» (Mt 25,4) Las que aciertan a llevarlo son sensatas y entran al banquete de bodas. «Llegó el esposo y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas» (Mt 25,10)«, que es el objetivo de toda la vida del creyente.

En las diferentes lecturas hay una alusión al tiempo: se hace referencia a la noche, a las vigilias, y al amanecer, símbolo de permanecer en vela, vigilante. Buscar temprano, madrugar, tener aceite dispuesto, son actitudes que se aconsejan para coincidir con quien es la Sabiduría, que es Cristo resucitado.

La hora de la cuarta vigilia, al alba, está consagrada por la resurrección de Cristo. El salmista expresa bellamente el modo de esperar y de buscar: «Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agotada, sin agua» (Sal 62).
Si personalizamos las lecturas, es fácil concretarlas en María Magdalena, quien de madrugada va al sepulcro y encuentra al Señor. Ejemplo que nos permite emular a la mujer a quien en la mañana de Pascua se le pregunta: «¿A quién buscas?» Ella responde que a su Señor. Y cuando escucha su nombre, lo reconoce y le abraza los pies.

El texto pascual usa un verbo para decir que María Magdalena vio y reconoció a Jesús, el mismo verbo que aparece en el relato de creación, cuando en el Génesis se lee: «Y vio Dios que era bueno». Desde esta concordancia, la sabiduría significa, en frase del papa Francisco, ver las cosas, la historia, los acontecimientos «con los ojos de Dios».

Es bueno, al final del año, permanecer con la luz pascual, que es la lámpara que nos permitirá esperar confiados, y tener la certeza que nos asegura san Pablo: «estaremos siempre con el Señor» (1Tes 4, 17).


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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