Meditación: El Dios Único y Universal

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Meditación: El Dios Único y Universal

XXIX Domingo del tiempo ordinario (Is 45, 1. 4-6; Sal 95; 1 Tes 1, 1-5b; Mt 22, 15-21)

Meditación

La historia de Israel, narrada en la Biblia, es en realidad revelación de la Historia de Salvación. Cuando contemplamos el transcurso de los acontecimientos que tienen que ver con los israelitas, nos sorprende cómo conduce Dios a su pueblo a través de circunstancias a menudo extrañas y paradójicas.

Uno de los capítulos más significativos para ver hasta dónde llega la providencia divina, que nunca abandona a los que ha escogido como suyos, es el que se refiere a la actitud de reyes paganos, como Ciro y Darío, que ordenarán la restauración de Jerusalén y posibilitarán el retorno de los israelitas a su tierra.

Podríamos pensar que Dios actúa a través de mediaciones oficialmente identificadas con la Iglesia, y sin embargo, los textos que hoy nos propone la Liturgia nos demuestran que el Señor es quien hace su historia con el hombre, y llama a quien quiere, y cuando quiere, para que colabore en su plan de salvación. «Te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor y no hay otro» (Is 45, 5-6).

Esta providencia divina no anula la voluntad personal, ni invade las legítimas autonomías del poder temporal y político. Sin embargo, enseña Quién es, en verdad, el único Dios. «Los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo» (Sal 95). Y a la vez, respeta las relaciones temporales: «Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22, 21).

Si un rey como Ciro, pagano, llega a colaborar con Dios hasta el extremo de convertirse en mediación para reedificar Jerusalén, ¡cuánto más quienes tenemos conciencia de haber sido bendecidos con el don de la fe, deberemos colaborar con el plan de salvación!

«Bien sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido» (1Tes 1, 4). Esta conciencia de sabernos elegidos y amados por Dios, deberá ser detonante y generadora de fuerza para acrecentar la presencia y actividad de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios.

Ante noticias tan alarmantes como es la violencia y la guerra en tantos países, con repercusión tan dolorosa para muchos cristianos, sin poder consolarnos con bellas palabras, sabemos, sin embargo, que Dios es el único Dios, que Él conduce la historia, y a veces permite acontecimientos desestabilizadores, como fue el exilio de Babilona, para que despertemos y vivamos coherentes con la fe que profesamos.


Agradecemos esta aportación a Don Ángel Moreno de Buenafuente (consulta aquí su página web)

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